Música: Bola del Dragón, por Jordi Vila
Juego: Terra, de Friedemann Friese

 

Sección sobre mi estado de salud

Llevo un par de semanas complicadas. Han vuelto los dolores con la intensidad brutal del invierno pasado, y me he asustado bastante. Además, ha coincidido con una serie de problemas con los esfínteres y no me ha quedado más remedio que suspender muchas de mis actividades y quedarme en casa. Esta semana me ha visitado otra supuesta infección de orina, así que otra semana y media de antibióticos. Lo he pasado mal, he llegado a tener casi 40 de fiebre, pero he esquivado el hospital; es posible que me la haya jugado demasiado, pero ha salido bien. Le estoy cogiendo una manía terrible al hospital.

Pero bueno, se ha terminado el año —que además coincide con el aniversario de mi regreso a Valladolid— y lo propio es hacer una valoración de lo sucedido y una planificación de lo que está por venir.

Yo no soy mucho de hacer valoraciones, pero si tuviera que hacerla, primer destacaría que todo lo sucedido el año pasado es provisional. Quizá apunte a lo que va a ser mi vida a partir de ahora, pero mi cuerpo se estaba adaptando a la lesión. Y aunque esta no va a evolucionar a mejor, es posible que las cosas cambien o yo aprenda a afrontarlas. Ni me asusto ni me resigno a todo lo que me ha pasado.

Dicho lo cual, ha quedado claro que tengo una lesión muy alta y que me van a pasar muchas cosas raras, todas ellas malas. Ya se lo adelantó el especialista de Toledo a mi hermano, y yo no le había dado crédito hasta llegar aquí porque me encontraba muy bien. Pero claro, entonces mi lesión estaba reciente y mi cuerpo todavía no había degenerado sufriendo las consecuencias de la lesión o la inactividad. Debo ser consciente de ello y aceptar que voy a perderme muchas cosas que me gustan.

También me ha quedado claro que los médicos no me van a ayudar, ni siquiera los de Toledo. Lo mío es una probabilidad entre muchos millones hecha realidad, y se escapa a sus conocimientos y a su voluntad. Dependo exclusivamente de encontrar un médico que se lo tome como un desafío y decida involucrarse. No abandono la esperanza, pero es poco probable que suceda, así que debo aprender a valerme por mí mismo, y a reconocer mi nuevo cuerpo y mis necesidades.

La típica estampa navideña

Lo que me ha sorprendido más fav

orablemente ha sido la ayuda humana que he recibido. Siempre dicen que muchos amigos desaparecen cuando llegan las duras. A mí no me ha pasado. Más bien al contrario, me han aparecido buenos amigos con los que por desgracia (o por dejadez), había perdido el contacto. Tampoco quiero exagerar, es verdad que de alguno esperaba más, pero en general estoy muy contento con todo lo que me aporta la gente que me rodea. Y también me ha sorprendido lo amables que han sido los desconocidos.

Tampoco he sido una persona de propósitos de año nuevo. Apenas me los propuse en un par de ocasiones, y tardé menos en olvidarlos que en formularlos. Pero este año, como tengo el blog, voy a lanzarme a la piscina. También lo hago porque aunque sé que no hay que obsesionarse con estas cosas, si no lo intentas, es imposible que se produzca el cambio, y creo que ahora mismo mi vida necesita algo de eso.

Voy a hablar de cinco proyectos serios (los menos importantes y las chorradas divertidas las dejo para los tetrarretos de Instagram) cuya consecución no depende de terceros (a diferencia de los que traía de Toledo). Son proyectos que me planteo para YA, o para un futuro a corto plazo.

  • 1) Solucionar mi problema con las compras. Debería ser sencillo, pero no lo estoy consiguiendo, así que lo incluyo en esta lista. Sigo pensando que es fácil y no lo contabilizaré cómo éxito salvo que lo tenga controlado para abril.
  • 2) Hacer una lista de los juegos de mesa que tengo y no he jugado, y reducir su número a la cuarta parte. ¿Que no es importante? Si vierais mi colección de juegos, seguramente cambiaríais de opinión.
  • 3) Volver a trabajar. Odio ser un elemento improductivo de la sociedad, y por muy grave que sea la lesión que he sufrido y lo comprensible que sea mi jubilación, quiero aportar cosas a la humanidad. Es complicado porque estando jubilado no puedo hacer muchas cosas, pero tengo todo el año para investigar. Solo serán unas horas al día, lo que buenamente pueda.
  • 4) Sacarme el carnet de conducir. Quizá os parezca una bobada, pero acumulo un largo historial de fracasos. He estado matriculado en bastantes autoescuelas y, aunque solo lo he intentado en Toledo, el caso es que sigo sin carnet.
  • 5) Necesito procrastinar menos para priorizar las cosas importantes y aprovechar más el tiempo. En gran medida, el éxito en los otros objetivos significará que también me ha ido bien con este.
    Lucha por los juguetes

    Finalizada la paz y armonía navideña, recuperamos la cotidianidad, y con ella, la lucha por los juguetes

Como complemento, que el año es muy largo y hay que ser ambicioso, voy a elegir otros cinco objetivos que no caben en el grupo anterior por diversos motivos:

  • A) Soy una persona extremadamente pragmática y nunca me he preocupado de adornar mi casa. Esta vez voy a hacerlo, aunque me limitaré a colgar algún cuadro, porque no pienso admitir ningún objeto decorativo que me complique la vida, ni al deambular por la casa, ni al limpiar.
  • B) Voy a sacarme algún título de inglés. Con mis más de 15 años de experiencia como traductor, no debería costarme mucho, pero nunca lo he hecho, así que fácil tampoco será. Además, pretendo apuntar alto.
  • C) Voy a vigilar mi peso. Algunos decís que estoy delgado, pero un poquillo de panza sí tengo. Es inevitable, porque no tengo músculos abdominales, pero para mí es fundamental no aumentar de peso, ya que me complica mucho las transferencias y casi cualquier otro movimiento. Recordad que solo muevo los brazos y con ellos tengo casi la mitad de fuerza de lo que debería, según los médicos. Si os fijáis, casi todos los que van en silla de ruedas están gordos, y los tetrapléjicos mucho más. Ahora gasto muchísima menos energía que antes, así que debo adaptar mi alimentación consecuentemente, cosa que todavía no he hecho. Los que me conocéis sabéis que será una tarea difícil, ya que como mucho. No lo incluyo en el primer grupo por la dificultad que entraña valorar su éxito (no puedo pesarme, entre otras cosas).
  • D) Centrar el blog. Debo ser menos errático, redactar artículos más breves y concisos cómo que no toquen tantas temáticas. Una estabilidad médica me ayudaría a conseguirlo, ya que no tendría que escribir sobre mi salud en cada entrada. Es decir pretendo escribir menos y sobre menos temas, pero con mayor frecuencia. También quiero hacer mejoras de imagen y organización, aunque siendo sensato, la mera existencia de este blog a finales de 2019 ya debería ser suficiente logro para mí.
  • Si algo me han enseñado estos últimos años, es que hay que aprovechar la vida. Voy a intentar hacer cosas que me gusten y me hagan feliz. Y si tengo que hacer algo que no me guste, intentaré hacerlo de una forma que me guste, o conseguir lo mismo de otra forma. 

¿Qué os parecen mis proyectos? ¿Qué creéis que puede fallar? ¿Se os ocurre algún desafío más que pueda resultar interesante?

 

 

Música: What a Wonderful World, de Louis Armstrong
Juego: Dungeon Lords: Happy Anniversary, de Vlaada Chvátil

 

La semana pasada os decía que ahora disfruto más con las cosas que sí puedo hacer y las cosas que no puedo hacer me preocupan menos.

Para ser feliz has de adaptarte. Si vas por la vida arramplando contra todo, te llevarás muchos golpes. Adaptarse o morir. ¿Recordáis aquel viejo anuncio de Bruce Lee? «Sé agua»; adáptate a lo que te rodea. Está basado en un principio del taoísmo que aconseja no enfrentarse a la vida para que esta no te aplaste, porque la vida es más grande que todo. En cambio, fluyendo con la vida, podrás sobreponerte a todo. Más o menos lo mismo predica la teoría de la evolución, cuyo concepto ya había sido postulado por algunos filósofos griegos. Es lo mismo, pero desprovisto de toda la magia y la mística que caracterizan a la cultura oriental. Adaptarse o morir.

Adaptarse o morir. Quizá suene raro en mi boca, ya que aparentemente voy por la vida negándome a aceptar mi destino, queriendo vivir como un parapléjico. No se trata de eso, yo no me resigno a aceptar todo lo que me pasa, elijo las batallas que quiero luchar, seleccionando aquellas que me creo capaz de vencer. Yo no lucho para aferrarme y mantener la vida que llevaba. Lucho para cambiar. Lucho para adaptarme. Lucho para buscar otras sendas, otros caminos. Otras formas de hacer las cosas. Porque un concepto tan presente en las culturas del mundo no puede equivocarse.

Mapa

El viajar se va a acabar

Los que ya me conocéis, sabéis que viajar es mi segunda gran pasión y que casi conozco más países del mundo que años tengo. Me encanta viajar lejos para conocer culturas y estilos de vida diferentes a los nuestros. Algunos me habéis dicho que no tengo por qué renunciar a viajar, que hay viajes para discapacitados… Pero son bastante caros (y mi capacidad adquisitiva ha quedado muy reducida), tardamos en prepararnos, supone moverse con lentitud y en un transporte, sin callejear, volver antes al hotel, algunos hitos no serán accesibles…

Cuando me lo decís, en mi cabeza suena como si me dijerais que no debo renunciar a montar en bici, porque, al fin y al cabo, todavía puedo montar en la bici estática y pedalear con las manos. Eso no es adaptarse; eso supondría aferrarme a mi vida antigua. Porque además, si lo planteas objetivamente, los viajes no parecen una actividad muy sensata para una persona con la movilidad reducida.

Si finalmente viajo, será con amigos, a un país del primer mundo, accesible para discapacitados, y siendo consciente de que algunas veces tendré que esperar fuera tomando un café. Y si alguna vez me saco el carné de conducir, viajaré por el interior de España, que es un terreno que conozco menos.

Por eso no será. Afortunadamente, tengo muchas aficiones, y si hace falta me buscaré otras.

Sección sobre mi estado de salud

Últimamente se me han multiplicado los dolores, quizás debido al creciente frío. Sin embargo, me he mantenido bastante activo. Se acaba el verano y esta puede ser mi última semana en Viana, si es que la cumplo.

Igor sonríe

Vale, jefe, se acaba el verano, pero… ¿Y qué hay de mis vacaciones?

Me espera una semana exigente, con muchas cosas que hacer, trámites, cambios y decisiones importantes. Eso también quiere decir que casi es la hora de sacar conclusiones acerca del verano.

Una última cosa. Este mes pasado he estado revisando fotos viejas, recordando cuándo se cumplía el año de la visita a Toledo de muchos familiares y amigos. No solo me he emocionado al verlas, también me he dado cuenta de lo mucho que he mejorado en cuanto a aspecto desde entonces. Solo me queda controlar el tema de los dolores… ¡y a comerme el mundo!

Debería...

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Música: What a Wonderful World, de Louis Armstrong
Juego: Dungeon Lords: Happy Anniversary, de Vlaada Chvátil

 

Sección sobre mi estado de salud

La semana pasada estaba en el hospital, infectado por un bicho desconocido y con una quemadura horrible en la pierna. Ese mismo día conseguí que me dieran el alta con un tratamiento intramuscular. Dos amigas enfermeras que viven por aquí cerca se ocuparon de las inyecciones e hicieron un milagro con mi quemadura: tenía un aspecto horrible y en solo una semana ha pasado a tener mal aspecto. No pongo foto para no herir sensibilidades.

Bombero con hacha

Esa quemadura… ¡Hay que amputar la pierna!

Por lo demás, sigo igual: dolores en las lumbares, el calor me marea y me provoca fiebre… Pero gracias a vuestras sugerencias y algunas ocurrencias mías, lo llevo mejor. Algunas de las soluciones irán a parar a los supertruquis.

 

Muchos me preguntáis por el concurso de la camiseta. Ya tengo algunas respuestas, pero a veces es complicado saber qué es lo que está funcionando, y otros posibles remedios necesitan tiempo para ejercer su efecto. En la siguiente encuesta podréis decidir cómo revelo las soluciones. Si aún queda algún despistadillo, este domingo cerraré el plazo de participación.

Prefieres que revele las soluciones del concurso de la camiseta...

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Pero vamos al tema de hoy. Hace tiempo os conté que haberme quedado en silla de ruedas y tener una pensión, aunque sea justa, me ha permitido apearme del vertiginoso carrusel de trabajo-ocio-descanso. Y os decía que gracias a ello he redescubierto algunos aspectos de la vida que antes no podía o no sabía apreciar en su justa medida.

No me refiero a que ahora me haya dado cuenta de la importancia de la salud o de otras cosas que antes daba por garantizadas y ahora he perdido. Ya sabéis que yo siempre intento ver el lado positivo de todo, así que me refiero más bien a cosas que antes no me hacían feliz y ahora sí, o a cosas que he redescubierto y ahora disfruto mucho más.

Os voy a poner el ejemplo de las reuniones sociales. Siempre he tenido una pequeña fobia a lo social, debida, supongo, a mi timidez. De pequeño rehuía todo contacto con desconocidos; no sabía reaccionar. Lo superé, pero aunque aprendí a disfrutar de la compañía de la gente, siempre llegaba un momento en el que me entraba una especie de cargo de conciencia o malestar, y necesitaba marcharme, aunque no siempre lo hacía.

Ahora disfruto mucho más con la gente, hasta el punto de que a veces me retraigo y me quedo escuchando sin participar en la conversación, siendo consciente de lo bien que me siento y disfrutando por tanto de esa sensación. Parece un estado mental derivado de la paz interior, algo similar al nirvana budista.

Buda alegre

Hooray!!

Creo pues que mi nueva condición me ha hecho cambiar de asiento en el tren de la vida; y ahora las vistas son diferentes. Parecidas, porque el entorno que recorre el tren es el mismo, pero diferentes.

Ahora tengo mucha más paciencia, con los demás y también conmigo mismo. Soy más comprensivo. Mis tendencias obsesivas (perfeccionismo, coleccionismo, optimización máximo del tiempo, etc.) se han suavizado. Disfruto más de los pequeños detalles…

En definitiva, creo que a pesar de las infecciones, los dolores y los malos momentos, que también los tengo, soy más feliz que antes. Y diréis: «¡venga ya, tío!, si estás paralizado de cuello para abajo, hay un montón de cosas que ya no puedes hacer y encima te retuerces de dolor, ¿cómo vas a ser más feliz?» 

El soldado francés burlón de los Monty Python

Me ggio de tu felicidad, especie de ggatón desnutggido sin cola

Pues no lo sé, pero es la sensación que tengo. Quizás se lo deba a los extraterrestres que me abdujeron. También es posible que las numerosas paradas cardiorrespiratorias que tuve en la UVI hayan acabado con la poca cordura que me quedaba. O puede que al fin me haya llegado la madurez (no, eso creo que no). Es posible que dentro de dos meses la situación cambie radicalmente. Pero de lo que estoy seguro es de que ahora disfruto más con las cosas que sí puedo hacer y las cosas que no puedo hacer me preocupan menos.

La semana que viene me explico mejor (o no).

Música: House M.D. Extended European Theme, de varios artistas
Juego: Dice Hospital, de Stan Kordonskiy y Mike Nudd

 

Aquellos de vosotros que decíais «Lagarto, lagarto» la semana pasada teníais razón, no hay que jugar con el destino, y mucho menos yo, gran aficionado a los juegos de azar y acostumbrado a que los hados me sean esquivos. Las veleidosas Moiras nunca se han mostrado generosas conmigo, así que ¿qué esperaba yo conseguir al vanagloriarme de mi mes sin infecciones? Las hacendosas pero implacables parcas cogieron mi récord absoluto, mi Bob Beamon, mis Juegos Olímpicos de México 1968 y mi actitud de hombre sano chulito y me lo tiraron a la cara. Sin pensarlo dos veces.Sección sobre mi estado de salud

Y hala, otra vez volvía a ser un infectado. Peor aún, en Urgencias ignoraron mis ruegos y mi labia, y me ingresaron en el hospital. Toma ya. Para que vuelvas a sacar la lengua a pasear, bocachanclas.

Lo cierto es que han pasado un par de cosillas interesantes durante mi hospitalización, pero son un rollazo y difíciles de explicar, así que para intentar manteneros enganchados hasta el punto final, voy a contaros esta historia que, siguiendo los cánones más clásicos de la narrativa convencional, divido en protohistoria, Urgencias, hospitalización, parte sabrosa y postre. Y como toda buena historia digna de ser contada, debemos comenzar por la proto… ¡por la hospitalización!

Resulta que había «algo raro» en mi infección y por «eso raro» que había decidieron ingresarme. Ese «algo» era una fiebre inusualmente alta para una infección de esa envergadura, así como un «tembleque» que me daba porque sentía mucho frío.

Cuando pregunté al médico de planta por «eso raro», me dijo que se debía a mi sistema de termorregulación, que funciona mal por mi lesión medular, como ya sabíamos, y que para eso no se podía hacer nada. Después de este revelador diagnóstico que nadie esperaba, sin prueba ni tratamiento alguno, le pedí que puesto que no se podía hacer nada respecto a la temperatura y lo otro era una infección de orina de manual de texto, me diera el alta. El médico me respondió que no, porque había «algo raro».

Bill Murray en El día de la marmota

Primera amenaza mundial de bucle infinito. Imaginad una eternidad viendo a Bill Murray. Brrr…

Si me habéis seguido hasta aquí, os habréis dado cuenta de que corría un serio riesgo de entrar en un bucle infinito, y como bien sabéis, los bucles infinitos amenazan con rasgar el delicado velo de la realidad espacio-tiempo de nuestro planeta, así que por el bien de todos, decidí dar por zanjado el tema y aguantar en el hospital a que saliera el resultado del cultivo (me debes una, planeta).

El problema térmico consistía en que en los dos primeros días, al volver a la cama después de haber pasado un tiempo considerable sobre la silla, me aumentaba la temperatura un grado o más en apenas unos minutos. Teniendo en cuenta que ya estaba con fiebre, lo pasaba bastante mal durante horas. Y mirando, es bastante posible que el propio día del ingreso sufriera el mismo proceso, porque recuerdo haber sufrido una rápida subida de la temperatura. A mí todo este asunto me preocupaba bastante más que la infección; no es que temiera sufrir una combustión espontánea, pero es algo que da miedo. Ya sabéis lo que me dijo el médico, y en el informe final no aparece ni mencionado.

Ha llegado el momento de contaros la protohistoria, para la cuál debemos retrotraernos en el tiempo. El lunes, ya encontrándome mal en Viana, mi hermano (el ingeniero con máster en Columbia) llevó un cultivo de orina al hospital y acto seguido me tomé un antibiótico que el urólogo me había recetado cada 10 días. Los cultivos —que tardan de 2 a 4 días— se toman para saber qué bacteria provoca la infección y cuál es el mejor antibiótico para combatirla. Ese mismo día por la tarde me empezó a subir la fiebre de forma repentina y no me quedó más remedio que hacer caso a mi grupo de asesores más cercano y llamar a Urgencias.

Tom Cruise y Emily Blunt en Al día del mañana

Segundo bucle infinito del planeta; afortunadamente, Tom Cruise pasaba cerca con un arsenal de 200 megatones

En Urgencias quisieron hacerme un análisis de sangre y un cultivo de orina. Les respondí que mi hermano había llevado un cultivo mío esa misma mañana, pero me dijeron que el protocolo requería uno nuevo. Les expliqué que el nuevo cultivo iba a dar resultado negativo (es decir, que no hay infección) porque había tomado un antibiótico. Me dijeron que muy bien, pero que el protocolo requería un cultivo. Ante un arsenal dialéctico de semejante calibre, no cabía sino rendir el exquisito elixir de mi vejiga para [mal]gastar el erario público en un segundo cultivo.

Y toca la parte sabrosa de la historia, para lo cual debemos adelantarnos en el tiempo hasta que llegaron los resultados del cultivo. Adivinad qué resultado fue: negativo. Llegados a este punto, el bucle temporal no pudo aguantar más y reventó, dividiendo nuestra historia entre

  • Lo que dicen que pasó (lo que dicen)
  • Lo que yo creo que pasó (lo que digo)
  • Lo que probablemente haya pasado (la realidad)

El médico no supo decirme qué cultivo de los dos era. Su diagnóstico es que el cultivo salió mal, que sí tenía infección, y para saber el bicho protagonista de la infección, miró el último cultivo que dio resultado positivo, que es el de hace… ¡dos meses!

Yo creo que el primer cultivo se perdió (como ya pasó en otra ocasión) y el segundo salió negativo (evidentemente, por el antibiótico). Creo que el diagnóstico médico es como esos tiros que te sacas en baloncesto cuando se acaba el tiempo, estás en tu cancha, y tienes a un gigantón superhormonado delante de tus narices: si aciertas es de casualidad. Pero seguramente acierte, porque el antibiótico que me ha recetado es muy potente y puede matar a muchas bacterias. Creo que que los picos de fiebre quizás se deban a una insolación, que al ser lesionado medular, puede tener efectos algo extraños.

Abducción extraterrestre

Explicación más plausible de lo sucedido

Pero lo más probable es que ambos cultivos hayan salido bien y no se trate de una infección, si no de la tan temida abducción extraterrestre. Me abdujeron en tres días consecutivos, cuando estaba solo, para estudiar a un varón típico de la raza humana de cara a una futura invasión en un día no especificado. Esta conjetura explica satisfactoriamente todos los síntomas y acontecimientos, ya que los picos de fiebre repentinos serían las huellas térmicas que dejan los métodos de transmisión de materia extraterrestres. Esta teoría es más sensata que la del médico.

Por fin hemos llegado al postre, que consiste en el regalito que me llevo de esta visita al hospital. En alguna de las visitas anteriores me quejaba de lo mal adaptado que estaba el cuarto de baño. Uno de los problemas es que entre el agua gélida y agua al borde de la ebullición apenas hay 5-10 grados de giro del grifo. Grifo que además está muy mal colocado, y es muy fácil que un discapacitado lo toque sin querer. Y es que el agua puede salir muy, muy caliente, mucho más de lo que parece razonable desde un punto de vista sanitario. Y eso es lo que pasó, solo que al no tener sensibilidad, no me di cuenta de que mientras me enjabonaba, el agua de la ducha me estaba escaldando la pierna. De hecho, no me di cuenta hasta que, ya de vuelta en la cama, una parte de la pierna derecha estaba muy, muy roja.

Pedazo de quemadura

Mi quemadura no es cosa menor; dicho de otra forma: mi quemadura es cosa mayor

Llamé a las enfermeras y no vino nadie. Esperé… Insistí una, dos… muchas veces, y seguía sin venir nadie. ¡Qué mala suerte! Cuando llamaba para bobadas venían enseguida, y ahora que las necesitaba de verdad… Cuarto de hora después, me puse a gritar como un descosido y vinieron todas las enfermeras de la planta con cara de susto. Les expliqué que me había quemado y ellas se pusieron a reír, diciendo «¡Qué susto! ¡Creía que te habías caído! ¡Menos mal!», a la vez que todas ellas se iban marchando. «Jopetas», pensé yo, «Ojalá me hubiera caído, bastaría con levantarme… Eh… Oye, ¡que se han ido todas!». «¿Y mi pierna?», grité. Con lo que costó que vinieran y ahora se van todas sin curarme…

Y si habéis llegado hasta aquí, enhorabuena y… ¡Punto final!

Música: Big Gun, de AC/DC
Juego: Rising Sun, de Eric M. Lang

 

Esta semana os iba a hablar de otra cosa, pero como casi siempre, la más rabiosa actualidad irrumpe en mi blog trastocando mis planes editoriales. La novedad de esta semana es que solo hay buenas noticias.

Minions aplaudiendo

¡¡Hurra!!

Sección sobre mi estado de saludComo podéis comprobar en la parte inferior el menú que aparece al darle a la rueda dentada de la izquierda, casi hace un mes de mi última infección, y contando. Es un récord absoluto que destroza a todos los anteriores, desde que llegué de Toledo en diciembre del año pasado. Es algo comparable a lo que hizo Bob Beamon en la prueba de salto de longitud de los Juegos Olímpicos de México 1968, saltando 8,90 metros y superando por más de medio metro el récord olímpico vigente. Sin embargo, el señor Beamon no consiguió batir esa marca, y yo pienso hacerlo.

Cruzar los dedos

De verdad que no creo en gafes

Sé que algunos estaréis diciendo «Lagarto, lagarto, no debías haberlo dicho, ahora seguro que lo gafas y pillas una infección«. Pero yo no creo en gafes. No, no creo. Para nada. De verdad de la buena.

Me resulta curioso que últimamente me habéis dado bastantes ideas para mejorar mi calidad de vida charlando con vosotros.
¿No me las podíais haber dado hace siete meses? O si os comento un problema aquí y se os ocurre una posible solución, no esperéis a verme. De todas formas, os estoy muy agradecido.

Pero la gran noticia de la semana es que, por primera vez desde que salí de Toledo, puedo decir que mi estado de salud ha mejorado. Y no poco. Todavía me duele al apoyar las dorsales, todavía me afecta el calor y me entra fiebre al cabo de un tiempo, pero aguanto mucho más sobre la silla y ahora soy capaz de salir un rato a cualquier hora del día, siempre que me quede a la sombra.

Y ya me conocéis, no he dejado pasar la oportunidad de hacerlo. Solo que esta vez he sabido tener mesura y no he forzado mis límites. He podido disfrutar de la compañía de mis amigos hasta las cuatro de la madrugada, he podido recibir visitas sin dolor y sin tener que volver a la cama a las primeras de cambio, y creedme, cuando has estado tan mal como yo, todo esto tiene un sabor mucho más dulce.

Ya que he compartido con vosotros todos los malos momentos, también he querido compartir este bueno antes de que se vaya (tampoco tiene por qué irse, pero por si acaso…).

Sección dedicada a acontecimientos extraordinarios

Hace ya mucho tiempo (allá por abril), os prometí contaros un hito relacionado con los caballitos con la silla de ruedas. En realidad estaba esperando la ocasión de grabar un vídeo en condiciones, ocasión que nunca surgía, fundamentalmente por mi mal estado de salud. Sigo sin tener ese vídeo en condiciones, pero como ahora uso la silla eléctrica para probar el respaldo, la ocasión tampoco surgirá en un futuro próximo. Así que vamos allá con lo mejor que he conseguido grabar hasta ahora.

En el HNP nos enseñaban a hacer el caballito con la silla de ruedas y yo aprendí a hacerlo, pero no lograba mantenerme en equilibrio sobre dos ruedas. En realidad, ningún tetrapléjico lo hizo; porque solo éramos dos los tetras invitados al curso. Nos costaba mucho porque, a diferencia de los parapléjicos, carecemos de musculatura que sostenga el tronco y nos permita jugar con él para encontrar una situación de equilibrio. Tampoco me importó, porque mantener el caballito solo sirve para bajar bordillos, y por mucho que domines la maniobra, sigue siendo arriesgado: tarde o temprano te saldrá mal y te darás un buen castañazo. Sobre todo si eres tetra. Es mucho más seguro bajar marcha atrás.

Ya en Valladolid, he conseguido mantener el caballito y como soy un poco cabeza loca, en cuanto veo un bordillo, allá que voy, a pesar del riesgo de castañazos:

Suelo empezar las entradas con las malas noticias y acabar con algo positivo, para despedirme dejando buenas sensaciones. Hoy que solo ha habido buenas noticias, lo haré al revés.

Igor sonríe

Los que no participen en el concurso pasarán por las garras de Igor

La semana pasada propuse un concurso con mucha ilusión y a pesar de que insistí, la participación ha sido muy escasa. Supongo que ya no hay tanta gente pendiente del grupo de WhatsApp ni del blog. Quizás debería cambiar el estilo, ser más breve, o este ritmo actual de una entrada semanal sea excesivo. ¿Qué opináis los que estáis leyendo esto esto? Aquí tenéis la encuesta de la semana:

Anónimo: crees que... [puedes elegir varias]

Ver resultados

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En cualquier caso, si no participásteis en el concurso la semana pasada, todavía podéis hacerlo a lo largo de esta, y así evitaréis incurrir en mi ira [mucho ojito, que soy chungo; tengo garras y todo].

Toma falsa de la semana:

Música: Inspecteur Gadget, de Shuki Levy y Haim Saban
Juego: La Villa, de Markus Brand e Inka Brand

 

Siempre os he hablado de mis problemas de forma general. Creo que entrar en detalles se haría aburrido. Sin embargo, de forma excepcional, esta vez os contaré algunos detalles para que intentéis meteros en mi piel y comprender lo que supone enfrentarse a problemas graves sin tener ni idea si las medidas pueden ayudar o ser contraproducentes. Os hablaré de mis problemas en forma general, pero sólo mencionaré las soluciones que he implementado en Viana. Todas las anteriores las omito, porque se haría infinito

Hace tres semanas, os hablaba de los puntos de inflexión en la vida y me preguntaba si vivir en Viana lo sería para mí. Ya os adelanto que no lo ha sido, pero sí han sucedido cosas importantes.

Para empezar, el periodo de adaptación no solo no ha sido duro, ha sido inexistente. Quedan bastantes barreras, pero la casa es mucho más accesible para mí. Puedo acceder a una buena parte de los espacios y las cosas, y casi a la totalidad de mi habitación, así como al baño que ha adaptado mi hermano (el ingeniero con máster en Columbia); no está terminado y se parece al de los búnkeres de Sarajevo, pero es completamente funcional (como la Estrella de la Muerte II).

Baño operativo

No lo parece, pero es totalmente operativo. ¡Vaya sorpresa se van a llevar los rebeldes!

También me he adaptado al entorno, que no es nada accesible. No hay muchos sitios a los que ir y con más o menos ayuda, conseguí pisar todos en los primeros días. Pero el pueblo —con sus tiendas y bares— queda fuera de mi autonomía actual; es decir, que sin ayuda no llego.

Sección sobre mi estado de saludAterricé en Viana rebosando ilusión, fui a comer a casa del amigo que me trajo a Viana y su familia, que son como parientes. Descansé una hora y media, tumbado, y nos sentamos a comer. Al cabo de un ratito, empecé a sentirme mal. No quise volver a casa a tumbarme porque acababa de levantarme, así que me quedé intentando aguantar hasta el final de la comida. Me puse tan mal, que su hermano tuvo que llevarme a mi casa a toda prisa. Tengo vagos recuerdos de aquello. Cuando me recuperé un poco, me puse el termómetro y… ¡38,5 ºC! Fiebre… ¿Pero cómo es eso? ¿Otra infección? ¿Nada más llegar a Viana?

Afortunadamente, no hubo infección. Igual que ese, con otros testigos y escenarios, se repitió el mismo patrón en otra media docena de ocasiones hasta que acusé el recibo del mensaje: no podía salir. El proceso siempre era el mismo, aumentaban los dolores neuropáticos en las lumbares, la cabeza se me embotaba, se me comprimía el pecho y lo que creo que eran crisis de ansiedad provocaban la hiperventilación. Y, ya en casa, llegaba la fiebre para cerrar el telón.

No pasarás

Me han puesto una de estas delante de la puerta de casa

No puedo negar que en casi todos estos casos, la culpa fue mía, por forzar cuando ya me sentía mal. Pero el hecho es que apenas aguantaba afuera y eso me preocupaba…

Pronto descubrí el pastel (estoy casi seguro). Resulta que mi cuerpo ya no regula bien la temperatura y ante el calor, reacciona como un acumulador: va atrapando el calor y no lo suelta, yo voy encontrándome mal, me mareo, aparece la fiebre, se me junta con los dolores, llegan la crisis de ansiedad, se me van las fuerzas… Y ya sabéis el resto.

Llevaba tanto tiempo esperando el verano para que el calor me aliviara los dolores… Pero parece que no va a ser así: en invierno, dolores y en verano, confinado en casa para evitar el castigo del sol (y dolores). Ni siquiera he podido hacer mis ejercicios en la tumbona que he comprado.

Lo peor ha sido la ola de calor: esos días tuve fiebre incluso sin salir de la cama.

Sección sobre ideas prácticas que nos facilitan la vidaEn fin, otro duro golpe a la línea de flotación de mi moral, pero como las veces anteriores, nada gano lamentándome; había que buscar soluciones. He probado con bastantes cosas.

Empecé con la silla eléctrica, que me trajo una buena amiga en su coche adaptado. Es horrible para interiores, pero para exteriores me ofrece más comodidad, menos esfuerzo y, sobre todo, un respaldo rígido que me permite tener la espalda bien apoyada, sin forzar tanto las lumbares como la silla manual. Sospecho que el respaldo de lona de la silla manual me está haciendo daño.

Para protegerme del sol, me compré una gorra y unas gafas especiales cuyos cristales se van oscureciendo para adaptarse a la cantidad de sol que reciben, aconsejadas por la misma amiga. Y por supuesto, decidí limitar mis salidas de casa a primera hora de la mañana y a última de la noche.

Sección sobre mi estado de saludPara los dolores, además de la silla eléctrica y un generoso aumento de las dosis de opiáceos recetado por el rehabilitador, me compré una buena faja que me ayuda a sostener el tronco y a tenerlo recto. No es una prenda ideal para el verano, y me arriesgo a que me haga más mal que bien. Obligado por las circunstancias, he aumentado mucho los periodos de reposo. También —asesorado por dos primos— me he comprado un electroestimulador para reforzar los músculos que sostienen la columna. Por supuesto, estoy vigilando mis posturas, tanto sobre la silla como en la cama; al no tener sensibilidad, no sé si estoy forzando la posición, así que debo tener cuidado.

Y todo esto ha sido porque creo que mis dolores están provocados por problemas de espalda. ¿Por qué si no me duele al apoyar la zona lumbar? Es una zona sin sensibilidad. No me llegan los mensajes de dolor normales, pero si me duele al apoyar esa zona concreta y no otra, es que ahí hay un problema. También noto que los baches de la calzada, o incluso los dibujos de las losetas de la acera, me hacen daño en las lumbares.

Habitación a día de hoy

No se parece en nada a la de antes; logré ordenarla sin ayuda

La cama que tengo aquí, en Viana, es una birria con patas. He decidido comprar otra articulada con un colchón viscoelástico, que es el que necesito, bastante más duro que el actual. Por lo que he pagado, no espero que sea una maravilla, pero sin duda mejorará lo que hay. Debido a una penosa gestión por mi parte, el colchón aún no ha llegado; pero no tardará.

Además, me he comprado un aparato masajeador, porque mis dolores en el cuello vuelven a alcanzar cotas elevadas, y quizás también me venga bien para reducir los espasmos de las piernas; era bastante barato, pero tenía muchas críticas excelentes.

Todavía es pronto para sacar conclusiones, pero estos tres últimos días, que ha refrescado bastante, he podido volver a hacer cosas. Creo que mis medidas están funcionando, al menos algunas de ellas. O quizás solo haya sido el clima favorable, porque ayer viernes, que ya no hacía tanto fresco, acabé con una buena fiebre por solo cuatro horas de actividad tranquila a la sombra. Sospecho que los dolores pueden haber sido provocados por la total pérdida de la musculatura en la zona lumbar, que sostiene la columna; siempre tuve unos abdominales fuertes y ahora se han quedado en nada por el falta de uso.

También llegué a Viana con el gran problema de las infecciones. El urólogo me ofreció una solución que consiste en tomar único sobre de antibiótico cada diez días. La verdad es que tomar más antibiótico «porque sí», sin infección, no me hacía mucha gracia, pero no estaba para rechazar remedios. Por mi parte, tras consultar con un amigo del HNP, decidí aumentar mucho la ingesta de líquidos diaria. Esta medida ha vuelto loca a mi vejiga, que desde que me pusieron la bolsa permanente no retiene más de medio litro. Ahora tengo que sondarme con mucha más frecuencia y en horarios irregulares. Pero beber mucho también me viene bien para luchar contra el calor.

Parece que uno de los dos remedios está funcionando, o los dos, porque llevo más de veinte días sin infecciones. Y eso es un récord absoluto desde hace meses. O quizás solo sea casualidad.

Haciendo ejercicios

Preparándome para bailar el can can (en mi supertumbona)

Y, por último, está el tema de los ejercicios. Al apoyar las dorsales veía las estrellas de varias constelaciones; por eso no hacía fisioterapia en Valladolid. Estoy convencido de que es un pez que se muerde la cola. Al no hacer ejercicio, aumenta el dolor, que a su vez no me deja hacer ejercicio. Así que haciendo de tripas corazón, aprovecho las primeras horas de la mañana, cuando todavía no se ha ido la fresca, para hacer los ejercicios que buenamente puedo, al menos cuatro veces por semana. Espero que no sea contraproducente, porque suelo acabar las sesiones con un gran dolor.

Resumiendo, que a los viejos problemas se han unido unos nuevos, pero he tomado medidas y espero que alguna de ellas tenga éxito.

Camiseta del ganador

Posible motivo de la camiseta del ganador

En la encuesta de hoy, os invito a que hagáis una quiniela sobre las medidas, intentando acertar las que van a funcionar. Como las votaciones de la encuesta son anónimas, para participar en la quiniela-concurso os pido que escribáis vuestras votaciones en un comentario a esta entrada, indicando vuestro nombre y las votaciones del 1 al 15 (preguntad cualquier duda).

Al que más acierte, le regalaré una camiseta chula de su talla y si no se la puedo entregar en mano, se la enviaré a su domicilio, aunque viva fuera de España.

[Inicio de la letra pequeña]Yo decidiré las medidas que han sido efectivas según mis impresiones contrastadas. En caso de no estar seguro sobre alguna de ellas, anularé la pregunta en cuestión. En caso de empate, ganará el que más se haya acercado en la pregunta 15. Si sigue habiendo un empate, ganará aquel que haya fallado aquellas medidas que me perjudiquen menos (si es que me perjudica alguna). Si persiste el empate, todos los empatados serán ganadores y se llevarán el premio. Es posible (pero no prometo nada) que también premie al que más falle, siempre que no sospeche que ha sido intencionado.[Fin de la letra pequeña]

 

¿Cuáles de estos los remedios van a funcionar?

Ver resultados

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Si varias de estas medidas tienen éxito, ¿quién sabe? Quizás Viana sí acabe siendo un punto de inflexión. El punto de inflexión de mi recuperación.

 

Música: Maldito duende, de Héroes del Silencio
Juego: Finstere Flure, de Friedemann Friese 

 

La semana pasada os contaba que estoy recibiendo la visita de un viejo enemigo: la ansiedad.

El Caballero Negro, de los Monty Python

El Caballero Negro no conoce el significado de la palabra «ansiedad»

De pequeño fui una persona nerviosa. Hace casi veinte años, sufrí una crisis de ansiedad aguda que se prolongó durante un año y medio. Fue una experiencia horrible y lo pasé tan mal que cuando conseguí superarlo, cambié mi comportamiento, hasta mi forma de ser, y evité las situaciones que me alteraban (por ejemplo, desde entonces intento evitar todas las discusiones serias). Supuso un gran esfuerzo y me llevó mucho tiempo, pero estaba decidido a no volver a pasar por aquello. Y lo conseguí, o al menos eso he estado creyendo durante más de diez años.

Pero ahora, quince años después de aquella crisis, veo cómo la sombra de este viejo enemigo se cierne sobre mí en cuanto tiene la más mínima oportunidad. Puedo sentirla acechándome. Y me da miedo. Mucho miedo.

El soldado francés burlón de los Monty Python

El Solddaddo Fggancés se ggíe de tu ansieddadd y dice que hueles a cobaya

Llegar de Toledo y no poder hacer aquello para lo que me había preparado durante siete meses fue un directo a la mandíbula de la moral. A ello hay que sumar las numerosas infecciones, los terribles dolores neuropáticos, los problemas con la vejiga, los retrasos con la casa, los médicos, etc. Ahora ni siquiera sé si voy a poder vivir solo. Supongo que todo ha ido haciendo mella y desenterrando la ansiedad.

Pero hay otro factor muy importante que no os he contado hasta ahora: mi madre. Padece una demencia de tipo Alzheimer que progresa con bastante rapidez. Además de la desazón que ello me provoca, tengo el agravante de tener que vivir con ella.

Ya viví esta situación con mi padre. Pero mientras que él poseía un carácter afable y se le podía controlar bastante bien, ella es un terremoto que hace lo que le viene en gana sin escuchar ni atender a razones. Mi madre tenía una personalidad que encantaba en dosis pequeñas, pero se volvía «difícil» en sesión continua. Yo empecé a llevarme bien con ella cuando me independicé. Ahora su carácter se ha acentuado, pero lo peor es que no para quieta ni un instante. Hoy mismo le he querido quitar el móvil después de que llamara a alguien pasada la medianoche, y se ha abalanzado sobre mí, volcando mi silla, para recuperarlo, cosa que logró tras varios minutos de forcejeo. Y luego se largó dejándome el caos que había sembrado a mi alrededor sin un ápice de arrepentimiento. No es la primera —ni la segunda— vez que lo hace.

La otra cara de la moneda: dos móviles peleándose por un humano (el que pierde se lo queda)

Quiero pensar que ya no es ella, que es la enfermedad la que hace todas esas cosas, pero sé que me estoy engañando. Hizo cosas parecidas cuando estaba bien. Y su comportamiento actual no es más que una versión radicalizada del que exhibía antes. Todavía es ella.

La ansiedad

Así me pone mi madre en los peores momentos

El caso es que no puedo con mi madre, ni mental, ni físicamente. Afortunadamente una cuidadora se hace cargo de ella los días de diario, pero yo sigo estando allí como sufridor activo de todo lo que pasa. Y tengo mis ratos a solas con ella; pocos a diario pero muchos cuando llega el fin de semana.

Mi psicólogo me ha dicho que no debería cargar con ella, que ya tengo más que suficiente con lo mío, pero si la vida te trae por estos senderos tan oscuros, no te queda más remedio que recorrerlos, aunque sea a ciegas y palpando. Eso sí: los porrazos están garantizados.

No sé si volveré a mencionar este tema; se supone que este blog, la historia de una médula, es impersonal. Pero no sería justo ocultar una circunstancia que condiciona tanto mi vida, y a veces, me temo que también mi carácter.

La ansiedad 2

La ansiedad hace que todo se te venga encima

Pero también hay una nota positiva: ahora ya no siento la enorme presión de tener que trabajar. Y digo «tener que trabajar», porque sigo queriendo volver a hacerlo.

Tampoco quiero que os preocupéis. Sigo manteniendo una actitud positiva y alegre, como saben los que me ven. Pero ya no tengo la ilusión de antes.

Música: La senda del tiempo, de Celtas Cortos
Juego: Fürstenfeld, de Friedemann Friese

 

Hay pocos momentos en la vida de una persona que puedan considerarse puntos de inflexión. Diría que somos animales de costumbres, pero creo que todos los animales lo son; al igual que un animal suele volver al lugar donde ha encontrado comida, nosotros nadamos por la vida aferrándonos a lo conocido. Nos cuesta cambiar, porque los cambios no nos gustan.

Porche superaccesible

Porche elevado con tres accesos con rampa ¡De lujo! ¡Y por atrás igual, oiga!

Quizás el primer gran cambio del que somos conscientes es el que suponen el primer trabajo y el primer sueldo. La independencia de nuestros padres también lo es. La convivencia con nuestra pareja suele ser un cambio gradual que no podemos calificar de punto de inflexión. Otra cosa es la paternidad. Pero a partir de ahí, una persona media no tendrá que enfrentarse a muchos más cambios de envergadura hasta llegar a la jubilación, que quizás sea el último.

Igor también sonríe

Para Igor, trabajar en este blog ha supuesto un punto de inflexión (positivo, como sugiere su cara)

 

Para mí la paraplejia fue un gran cambio; los dos meses que pasé en Valladolid fueron horrorosos, agobiantes y febriles, solo aliviados por el cariño de la gente. El traslado al HNP de Toledo fue un gran cambio positivo, recuperé parte de la movilidad y los ánimos. Pero la vuelta a Valladolid, el choque con la realidad, las estrecheces de una casa normal y sobre todo los problemas de salud constituyeron otro punto de inflexión negativo.

Al principio solo existía el caos...

Mi nueva habitación, nada más llegar. ¡Y faltan casi otros tantos trastos por meter!

Ahora me traslado a un viejo chalet que mis padres tienen cerca de la ciudad. Solo estaremos un par de meses y puede que acabe siendo un punto de inflexión, pero sin duda va a ser un gran cambio para mí. Y esta vez toca que sea para mejor.

Para otras personas —con la ciudad a cuarto de hora en coche— no supone un traslado tan permanente como lo es para mí. Además de arrastrar toneladas de equipo sanitario y ortopédico, abandono la comodidad de las costumbres adquiridas y los trucos aprendidos durante estos siete últimos meses para enfrentarme a otra vivienda y entorno diferentes, seguramente hostiles.

Mudanza

Detalle de la esquina de la habitación

La verdad es que mi hermano (el ingeniero con máster en Columbia) ha hecho un trabajo fantástico para hacer que el chalet sea accesible, como podéis ver en las fotos. El entorno, en cambio, es decididamente hostil, con aceras completamente intransitables y largas distancias —para mí inabordables— hasta la tienda más cercana. Pero me lo voy a tomar como un desafío. O más bien como varios desafíos menores, para ir disfrutando del sabor de esas pequeñas victorias. Como ya os adelanté en la última entrada, tengo planes y todo.

Sección sobre mi estado de saludHace bastante que no os hablo de mi estado de salud. El tratamiento del médico de Toledo no está funcionando. Sigo con fuertes dolores que se manifiestan cuando apoyo la zona lumbar. Son tan «instantáneos» que solo puedo realizar desplazamientos cortos con la silla de ruedas. Y no suelo aguantar más de un par de horas antes de tener que volver a tumbarme; de lado, por supuesto, porque boca arriba supone presión sobre mis lumbares. Y otra novedad desafortunada: los viajes en coche, por breves que sean, me marean mucho.

Baño estilo básico

Aquí me ducharé y asearé, al menos la primera vez (no está terminado)

Si supero cualquiera de esos límites, empiezo a sentir una presión atenazadora en la zona sin sensibilidad que rodea los pulmones, se me acelera la respiración, las pantorrillas y el abdomen comienzan a arder con una intensidad brutal y recibo la visita de un viejo enemigo que había olvidado: la ansiedad.

Un tema que, para no extenderme mucho, abordaré la semana que viene.

 


Música: Piano Man, de Billy Joel
Juego: Operación, de Marvin Glass y John Spinello

 

Las manos eran la parte de mi cuerpo que más me gustaba: con unos dedos finos, largos —de pianista o cirujano, decían— y muy ágiles, acostumbrados a hacer malabares con los bolígrafos y los cigarrillos encendidos.

Piano woman

Imagen © Mike Kemp/Tetra Images/Corbis

El derrame las dejó prácticamente paralizadas. Movía los brazos y las muñecas, sin fuerza, pero más o menos bien; sin embargo, las manos eran otro cantar: tenía tan poco control sobre los dedos que no me valían para nada. Tenían que darme de beber, no podía cerrarlos para coger mis pastillas, ni tenía fuerza para agarrar el móvil. Y si me lo acercaban, tampoco era capaz de apretar los botones para activar la pantalla. Y si me lo encendían, no tenía precisión para pulsar los botones en pantalla. Resultaba tan frustrante, que salí de todos los grupos de WhatsApp y no volví a encender el móvil en meses.

Sección sobre rehabilitación y fisioterapiaUn amigo me trajo unas bolas de espuma para que ejercitara mis manos estrujándolas. Era increíble: no podía deformarlas lo más mínimo, así que las dejé olvidadas. Hasta que llegó mi primo y me puso una serie de ejercicios diarios. Mi primera fase de rehabilitación se centró en las manos, la fuerza de los brazos y la respiración.

Una pelota de espuma para hacer fisioterapia

La puta bola de los cojones… Ahora se la he regalado a la perra

Llegó a ser desesperante, porque a pesar de que me forzaba para repetir las series varias veces al día, no notaba la más mínima mejoría. Durante las etapas de mis dos primeros meses —en Valladolid— que pasé en la planta del hospital, venía una fisioterapeuta y dedicaba la mitad del tiempo a mis manos, intentando activar todos sus músculos. Luego mi hermano contrató a otra privada para así poder hacer dos horas diarias de fisioterapia.

Reaprendiendo a escribir a máquina

Mecanografía: aburrida y frustrante

Aquello sí que fue duro: enfermo, con fiebre alta y a menudo en medio de delirios, no podía mover los músculos que ellas me pedían. Y así me fui de Valladolid al Hospital Nacional de Parapléjicos (HNP), para iniciar la rehabilitación en serio.

Cuando empecé con la terapia ocupacional —que a pesar de su nombre dedicó el 95% del tiempo a las manos—, pedí más y más tiempo, y llegué a hacer dos horas de terapia ocupacional, todos los días, cuando lo normal era media hora.

Músculos atrofiados

El hueco que se forma en las palmas se debe a algunos de los músculos que he perdido, y que se han atrofiado

Y enseguida llegaron las tres horas de actividades opcionales de la tarde, que casi nadie aprovechaba. Yo me lancé sobre los ordenadores, busqué cursos de mecanografía online y dediqué dos horas diarias durante cuatro meses a reaprender a escribir a máquina, para poder volver a trabajar (la otra hora la pasaba jugando al ping-pong, que me ayudaba a potenciar la fuerza de agarre de mis dedos).

Aquello también fue duro. Lo que apetecía era salir a la sombra a tomarse un refresco, charlar con la gente y descansar de la dura fisioterapia de la mañana. Ni siquiera me acerqué a mi objetivo de escribir a máquina como antes, pero todas aquellas horas le sentaron muy, pero que muy bien a mis manos.

Lo pienso ahora y es brutal la cantidad de tiempo que dediqué a las manos en el HNP. Pero me habían dicho que al principio es cuando más se puede recuperar, y no podía dejarlo para «más adelante». Imagino que también habré recibido un poco de ayuda de la naturaleza. ¡Gracias, naturaleza!

Un señor del mal

Ahora tengo las garras de un auténtico señor del mal. ¡Temblad, mortales! Muahahahahaahaha…

Incluso hoy en día, pudiendo dictar al móvil y al ordenador, sigo obligándome a pulsar los botones o el teclado para escribir, aunque tarde más. Y ya me conocéis, sigo queriendo hacerlo casi todo yo, así que aunque no lo creía posible, mis manos han seguido mejorado desde que regresé de Toledo.

Hoy ya no tengo manos de pianista ni de cirujano; son más bien torpes. Tienen la forma de «garras» característica de los tetrapléjicos. Puede que ya no sean tan bonitas y estén llenas de heridas y cicatrices. Pero siguen siendo la parte de mi cuerpo de la que me siento más orgulloso, porque disponen de una movilidad extraordinaria para ser tetrapléjico. Y lo mío me ha costado. No solo soy capaz de firmar, sino que puedo escribir con una letra más reconocible que la de mi otro hermano (el médico, je, je).

Esta mejoría se retroalimenta, porque como cada vez manejo mejor las manos, cada vez hago más cosas y eso supone más ejercicio para ellas.

Sección sobre mi estado de saludY eso me ha hecho pensar: mi malestar también se debe estar retroalimentando. Los dolores no me permiten hacer rehabilitación, y el no hacer rehabilitación me hace empeorar y tener más dolores. Al día siguiente de llegar a esta conclusión, hablé con un amigo tetrapléjico de Murcia al que le estaba pasando justo eso: las miles de cosas que tiene que hacer y trámites que pasar (ya he pasado por esa etapa y os he hablado abundantemente de ello) no le dejan tiempo para hacer ejercicio, y se encuentra peor.

Igor también sonríe

Igor dice que las garras me sientan bien

Así que he tomado una decisión: voy a comprar una tumbona ancha en Viana y la voy a usar a modo de camilla para hacer ejercicios, por muchos dolores que tenga y aunque sea lo único que haga en el día. Ya os contaré si lo logro y cómo me va.

Y ha llegado la hora de la encuesta de la semana. Esta vez podéis elegir más de una respuesta.

¿A quién me hacen parecer mis garras?

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Música: Bad, de Michael Jackson
Juego: Ground Zero, de David Short

 

Sección sobre mi estado de saludEn Toledo, tenía fama de «suicida». Intentaba hacerlo todo, una y otra vez, así que me caía bastante de la silla, hasta el punto de que mis caídas llegaron a ser un chiste recurrente entre los amiguetes. En los últimos meses de mi estancia allí, empecé a contar los días que llevaba sin caerme; debo confesar que aunque alcancé los dos dígitos en un par de ocasiones, no llegué mucho más lejos. Ya en Valladolid, apenas me caigo. Soy más consciente de mis límites y la gente que me rodea ha conseguido «amansarme» un poco. Lo que sí se ha convertido en recurrente son mis infecciones. Así pues, aprovechando que acabo de terminar el tratamiento de una infección, voy a estrenar un contador de los días que llevo sin infecciones: podéis verlo en la barra lateral izquierda, abajo del todo.

Sección sobre las obras de adaptación de mi casa

El otro día estuve probando las adaptaciones que mi hermano está haciendo en el chalet de Viana de Cega, para que pueda vivir allí. La verdad es que es un lujo tener un hermano así, tan implicado y tan apañado (esto lo pongo porque sé que no lo va a leer), me quita un gran peso de encima, porque puedo desentenderme casi completamente de eso para centrarme en otros campos de batalla, que no tengo pocos. Creo que las adaptaciones son perfectas. Solo necesito comprar algunas cosillas, como una cama y un colchón, y en una semana estaremos allí.

Otro tema sobre el que me habéis preguntado algunas veces es el de la paraplejia y la tetraplejia.

Un tetrapléjico tiene las cuatro extremidades afectadas por una parálisis total o parcial y su lesión se localiza en las vértebras cervicales (las del cuello), mientras que un parapléjico solo sufre parálisis total o parcial en las piernas y su lesión medular se encuentra en las vértebras dorsales, en las lumbares o incluso en las sacras (es decir, por debajo del cuello).

Esto da lugar a una infinidad de combinaciones posibles e incluso puede darse el caso de que un tetrapléjico se encuentre mejor que un parapléjico. Esto lo hacemos con el fin de confundiros y que no podáis distinguirnos. Afortunadamente para vosotros, yo estoy aquí para enseñaros a separar la paja del trigo.

Maléfica no es tetrapléjica

Maléfica no es tetrapléjica. Ni siquiera es parapléjica. Pero sus garras no admiten réplica.

Lo primero es fijarse en las manos. Si las mueve perfectamente, es un para. Si no las mueve, es un tetra o un para al que no le apetece mover las manos en ese preciso momento. Pero no desesperéis, hay un truco: si las manos tienen forma de garra, se trata de un tetra (o de Maléfica; ver imagen anterior).

Garras de tetrapléjico

Tetrapléjico con garras de maléfico

Otra forma es fijarse en la silla de ruedas que lleva pegada al trasero. Los tetras solemos usar eléctricas, porque al tener mal las manos, nos cuesta mucho más propulsarnos. Por ese mismo motivo, los aros de las ruedas de nuestras sillas no eléctricas suelen estar recubiertos por un material negro antideslizante. Además, usamos respaldos altos y a veces rígidos, así como reposabrazos, porque no controlamos musculatura en el tronco que nos ayude a mantener el equilibrio.

La forma definitiva de saber si es para o tetrapléjico es preguntárselo directamente, pero si no tenemos confianza con el sospechoso, la pregunta puede resultar ofensiva. No aconsejo este método.