¿Verdad que suena a mensaje de adolescente pre-púber? En realidad solo es un título para captar vuestra atención y contaros otra de las dificultades a las que me enfrento cada poco tiempo. O no.
A los dos días del último atropello, mis dolores neuropáticos habituales se agudizaron. En un principio no le di importancia, porque con mis dolores cada día es una aventura diferente. Sin embargo, el tiempo pasaba y no hacía más que empeorar; algo me estaba pasando. Pero el problema de no tener sensibilidad en el cuerpo es que no tienes ni idea de cuál puede ser el problema.
No era ni mucho menos la primera vez que me sucedía, así que hice lo mismo que siempre: apechugar y seguir con mi vida con la esperanza de que se cure solo.
La mayoría os estaréis preguntando por qué no acudí al hospital; es lo que siempre me aconsejan cuando me veo en estas circunstancias. Pero es algo que ya hice en varias ocasiones, sin ningún resultado. Al fin y al cabo, los médicos no son adivinos y no pueden diagnosticar sin síntomas, o con los síntomas equivocados. Además, todo esto sucedió en pleno pico de la tercera ola de la pandemia y no era el mejor momento para visitar hospitales.
Los dolores fueron evolucionando y no tardé en darme cuenta de que tenía la costilla rota o fisurada. Era el mismo dolor que la otra vez que me atropellaron; incluso en la misma zona. Además, todo cuadraba: en el accidente se rompió el reposabrazos izquierdo de la silla, seguramente al impactar contra mi costillar izquierdo. Es verdad que los golpes fuertes en esa zona también pueden ser muy dolorosos y mi médula transforma todos los síntomas, pero como llevo así casi un mes, yo apuesto por la fisura o la fractura.
Como ninguna de esas lesiones tiene otro tratamiento que el reposo, seguí con mi vida intentando evitar los esfuerzos. El problema es que en mi vida todo requiere esfuerzo, y más viviendo solo. ¿Cómo? Sí, vale, admito que vivir solo en estos momentos parece una locura y quizás lo sea, pero debo luchar para conseguir lo que quiero. Y puede que este no sea el mejor momento, pero llevo tres años esperando que llegue ese día y no hago más que encontrar una traba tras otra. Por algo me llaman tetraterco…
Como decía en el título de esta publicación, estoy conociendo mi cuerpo. La falta de sensibilidad me impide saber cuándo hago algo que dañe mi costilla, pero aunque no sea de forma inmediata, ese daño me llega multiplicado en forma de dolor neuropático, horas o días más tarde. Así no es fácil saber qué me está haciendo daño…
Esta última semana la situación se ha complicado. El dolor me dejaba baldado y no podía levantarme de la cama. Incluso en la cama me encontraba fatal. Hace unos días descubrí el motivo: los dolores neuropáticos habituales solo me permitían dormir recostado sobre el lado izquierdo y al hacerlo, estaba dañando sin querer mi costilla lesionada. El dolor no era inmediato y por eso no me daba cuenta.
Dicho así, parece de estúpidos no darse cuenta y admito que no ha sido uno de mis momentos más lúcidos, pero os aseguro que con los dolores neuropáticos no es tan evidente como creéis.
Ahora me encuentro algo mejor. He podido corregir levemente mi postura y aguanto dos o tres horas al día levantado: lo suficiente para asearme, comer y jugar un ratito online con mis amigos. Claudia me ayuda limpiando un par de veces al mes (vendría más si yo le dejara), me trae la comida casi todos los días y me hace algún apaño rápido.
Y con eso voy tirando…