Música: Cuidado con el perro, de Barricada
Juego: Pick-a-Perro, de Torsten Langsvodt

 

Siempre quise tener un perro.

Creo que a todos los niños les gustaría tener un perro en casa. Yo no fui diferente, pero entonces no estaba en mi mano. Y cuando me independicé y pasó a estarlo, siempre he encontrado motivos para no tenerlo: la falta de tiempo por el trabajo, La falta de espacio en casa, los viajes… Sin embargo, todo aquello eran simples excusas y la verdadera razón era la enorme responsabilidad que conlleva hacerse cargo de un perro. Es un ser vivo que pasa a depender de ti. No es como un hijo, pero tienes que dedicarle tiempo todos los días durante un montón de años, si sales fuera o viajas le tienes que dejar con alguien, etc.

Y justo ahora, que me he quedado tetrapléjico y las cosas me cuestan mucho más, que paso un tercio de mi vida ingresado en hospitales, he decidido adoptar a una perra. ¿Por qué? Seguro que el gran cariño que le he cogido a Nana durante todos estos años tiene mucho que ver. Claudia, que necesita una mascota a la que entregar todo su amor, también me ha presionado bastante y me ha prometido su ayuda para cuidarla. Y me he dado cuenta de que la vida pasa y hay que lanzarse a hacer las cosas que uno quiere, o las irás prorrogando eternamente hasta que quedan fuera de tu alcance. Por supuesto, el hecho de estar jubilado y disponer de más tiempo también ayuda. Y los viajes se han convertido en un problema menor.

Mi nueva perra

Mi nueva perrita, Sirka, en la fase B: reposo

Llevaba meses pensándolo: no quería un perro grande —a pesar de que son mis favoritos— porque no iba a poder manejarlo; tampoco quería un cachorro, porque dan muchísimo trabajo; y no quería tenerlo antes de irme a vivir a mi casa para incorporarlo a mi vida en un momento de estabilidad. Pero al final surgió esta oportunidad y el único plan que he respetado es que cuando crezca, no va será una perra muy grande (cruzo los dedos).

En fin, lo importante es que Sirka ya está aquí, así que os la presento a todos: Es una perra mestiza de dos meses, adoptada de una camada de tres. Su hermano ya había sido adoptado y quedaban las dos hermanas, que nos ofrecieron para elegir. La otra, algo más pequeña y estilizada, era más guapa, pero yo me quedé con Sirka porque al ir a verlas, corrió directamente hacia a mí. Su dueña nos lo confirmó: era la más cariñosa.

Perrita cariñosa

¿Es cariñosa o no es cariñosa?

El primer día lo pasó aterrada, lejos de su madre y en un entorno y con personas nuevas. Pero al ir cogiendo confianza, empezó a dar muestras de su cariño. Al tercer día ya se soltó completamente y su verdadera identidad como agente del Caos Primordial quedó patente: alterna dos horas de hiperactividad con dos horas de sueño, en las que parece una bendita.

Sus horas de actividad parece pasarlas a cámara rápida. Parece uno de esos entes de ciencia ficción que se mueven más rápido que los humanos. Apenas necesita media hora para sumir la casa en el Caos más absoluto. Muerde todo lo que no esté fijado al suelo, lo agita y lo arrastra hasta otro sitio, o hasta que encuentre otra cosa o persona que morder o arrastrar.

Claudia dice que toda mascota se parece a su dueño; y si no es que es robada. Sirka se parece a mí en que no se cansa de jugar, en que es muy cabezota: si le apetece subirse al sofá, salta (y se estrella) una y otra vez, aunque se quede muy lejos de lograrlo. Anda con torpeza, como yo, aunque a ella se le pasará con la infancia, y quiere vivir a toda velocidad, sin desperdiciar el tiempo.

En el poco tiempo que lleva con nosotros, ya ha cautivado los corazones de Claudia, de Carlos y mío. El de mi madre, por desgracia, está más allá del alcance de un mortal normal. Pero todo esto era el desenlace que todos habríais esperado si os hubiera contado la historia. Lo que más me ha extrañado es que también ha conquistado el corazón de Nana, una perra que prácticamente solo hace caso a los eres humanos, que ignora la existencia de otros canes. Sirka quiso jugar con ella desde el primer momento, y no se dejó amilanar por una semana de desmanes y gruñidos y amenazas. Todo lo contrario, siguió detrás de ella, erre que erre, hasta que Nana «accedió» a jugar con ella durante los dos últimos días. Ahora estará un tiempo fuera; veremos qué pasa a la vuelta.

Primera elección

Vlaada, Uwe o Feld. Ante la primera decisión difícil de su vida, Sirka realizó una extraña elección: Elefante

Y también veremos qué pasa con Sirka y cómo termina de encajar en mi vida. He querido dedicarle toda una entrada porque va a ser un factor muy importante para mí. Sin duda alguna.

 

https://youtu.be/UzFWMLSfcHw

Música: I Want Break Free, de Queen
Juego: Cubirds, de Stefan Alexander

 

No me gusta hablar de las cosas malas, pero este blog no tendría mucho sentido si no lo hiciera, o al menos no sería honesto. 

Sección sobre mi estado de saludNo llevaba en casa ni seis días cuando me volvieron a ingresar. No tenía mucha fiebre, pero la doctora que acudió la visita domicilio y la que me atendió en Urgencias tuvieron el excelente criterio de ingresarme directamente en el hospital. A pesar de mis amargos lamentos. Porque ya antes de salir de Urgencias la fiebre andaba rondando los 40. Parecía que no iba a ser una infección cualquiera.

Danger

La cosa pintaba mal desde el principio

Ya ingresado en la planta, el primer día fue normal, salvo por la sangrienta foto que visteis en la entrada anterior. El segundo día, la doctora me sorprendió haciéndome una prueba de gripe aviar (la gripe A, el mediático virus H1N1). Y la sorpresa fue aún mayor cuando la prueba salió positiva. Eso sí que no me lo esperaba. Mis síntomas eran los de una infección, síntomas que ya conozco muy bien. Pero el resultado era inapelable. Debí haberla pescado en el hospital.

Con la gripe A llegó el aislamiento. Confinado en mi habitación. No me hizo ni un pelo de gracia, pero qué podía hacer… También llegaron los síntomas de la gripe, que me atacaron con bastante brutalidad. Y un par de días después, llegaron los resultados de los análisis de la infección. El horror. La peor noticia posible: otra vez infectado con la klebsiella oxytoca, la bacteria más temida. Así que «doble aislamiento». Cualquiera que entrara en mi habitación debía ponerse guantes, patucos, una bata y una mascarilla. Disfraz completo.

Cultivo de klebsiella oxytoca

Doña Klebsiella oxytoca, haga el favor de abandonar mi cuerpo de una #/&€ vez

Mis infecciones son un misterio. No solo son inusitadamente numerosas, sino que nunca me ataca la bacteria habitual, la E. coli, que acosa al 80% de los lesionados medulares. Siempre me tocan bacterias raras. En este caso, no existe un tratamiento oral, así que ya desde el principio estaba condenado a quedarme en el hospital durante todo el tratamiento.

Pero entre la gripe aviar, que no se trataba de la cepa más peligrosa, pero afecta a una respiración que ya tengo bastante tocada por la lesión medular, la infección —seria—, la fiebre y los potentes antibióticos que me metían tres veces al día, estaba completamente destrozado.

Lo he pasado fatal, he sufrido mucho. Apenas podía moverme en la cama, con una vía en la flexura (lado interno del codo) del brazo que no me permitía moverlo, aterrorizado ante una posible escara por falta de cambio de posturas… El omnipresente dolor de cabeza y de ojos no me dejaban entretenerme con la tableta ni con el móvil.

Virus de la gripe A

El virus h1n1, culpable de la gripe porcina, la gripe bovina y la gripe española de 1918. ¡Menudos antecedentes penales!

Y tampoco os voy a engañar, estoy harto de vivir en el hospital. Cada vez me cuesta más soportarlo. Tengo muchas cosas fuera que quiero hacer y me fastidia tener que interrumpirlas con tanta frecuencia. Luego llegarán días de convalecencia en los que deberé descansar mucho y hacer poco (otra cosa es que lo haga, claro).

En fin, pasé tres días muy angustiosos en los que me vinieron a la memoria las horribles jornadas que viví en este mismo hospital hace casi dos años. Tuve que pedir ayuda psiquiátrica e insistir bastante, porque no me hacían mucho caso. Había pedido a todo el mundo que no viniera a verme, por miedo al contagio, y de todas formas me encontraba tan mal, que no podía ni quería hablar con nadie.

El sábado la cosa mejoró. Me levanté mejor, la doctora había dejado la orden de quitarme el suero permanente y eso me dio bastante libertad. Además de librarme del continuo soniquete de la bomba, que no paraba en ningún momento y se sumaba a mi perenne dolor de cabeza. El día anterior apenas había tenido fiebre y el sábado no hizo acto de presencia en ningún momento.

Es extraño que el domingo la situación se complicase con la reaparición de la fiebre a última hora. ¿A qué respondía? La doctora me había dejado claro que para el alta necesitaba buenos análisis y nada de fiebre… Así que decidí ocultárselo a las enfermeras y me tomé un antitérmico de contrabando, me mojé la cabeza, etc. Pero no fue bastante: seguía por encima del umbral de la fiebre. Decidí seguir el truco que me mostró una persona cuya identidad no desvelaré: me quejé de un dolor de cabeza falso y me pusieron paracetamol intravenoso. Para cuando vinieron a tomarme la temperatura, estaba dentro de los límites reglamentarios.

Alta hospitalaria

No he andado muy sobrado, pero he salido de esta

Y el lunes, ¡el alta soñada! Cerré está semana larga hospitalizado con una pequeña trampeja térmica, pero ya no aguantaba más. 

 

¿Y a qué viene esta entrada tan quejumbrosa y negativa? Algunos me habéis confesado que al ver lo que me ha pasado, os habéis dado cuenta de las minucias por las que os quejáis y angustiais. Eso también se aplica a mí. Este ha sido mi peor momento desde que regresé de Toledo. Debo ser consciente de lo mal que puedo estar para valorar y disfrutar de la vida cuando me encuentre mejor. Y espero que así sea, para vosotros y para mí.

Música: Campo amargo, de Barricada
Juego: Operación, de Marvin Glass y John Spinello

 

Llevaba un par de días con un picor de garganta característico. Lo conozco bien: suele ser el preámbulo de un catarro fuerte o una gripe. Cómo por ahí corría desbocado un virus de la gripe, no hice más que sumar uno más uno. Al día siguiente me empezó a subir la fiebre. Tate: era gripe. Había dejado de tomar antibióticos apenas hace tres días, pero como ya vengo de vuelta de todo, me hice las pruebas de la infección y oh, sorpresa, todas dieron positivo. Tenía que ser gripe más infección. Por una vez, quise llamar a Urgencias pronto, ya que si me atienden rápido, antes de que la cosa empeore, seguro que no me ingresan y al día siguiente estaría en casa.

Desde Urgencias, la médico de mi centro de salud me pregunto si tenía antibióticos en casa, y al responderle afirmativamente (me habían sobrado de otros tratamientos pasados), me echó la bronca por tenerlos, pero me dijo que tomará una dosis de medio gramo por si acaso, «porque seguramente se trataba de una gripe y se iba a solucionar con el antitérmico que también debía tomar». Y si dentro de dos días seguía encontrándome mal, volviera a llamar.

Comunicación fallida

¿Problemas de comunicación?

Debo confesar que esa conversación me pareció rarísima. Medio gramo es una dosis de mantenimiento, así que supuse que me la «recetó» para que dejara de protestar y me tomé tres gramos, seis veces lo que me había recetado. ¿Y tenía que aguantar dos días con fiebre? Estaba clarísimo. Ella no había hecho ni caso de lo que yo había dicho y confiaba plenamente en su diagnóstico telefónico de gripe.

Resultado: a pesar de los tres gramos y del antitérmico, a las dos horas tuve que llamar con 39,5 de fiebre. Esta vez puse voz angustiosa y pedí una ambulancia directamente, aunque me hubiese gustado decirle unas palabritas a la doctora de antes. Lo bueno de las ambulancias es que te meten directamente a Urgencias: te saltas toda la cola. Me hicieron el triaje y al tomarme la temperatura salió 37,9. «No puede ser», dije yo. «Es normal que la fiebre baje durante los traslados en ambulancia», me respondió el conductor. Vale, admito que pueda bajar un poco, ¿pero dos grados? Venga ya. Las ambulancias serían el mejor antitérmico del mundo.

Me pasaron a una cabina tras una mínima espera, y me tocó con un médico MIR. No tengo nada contra de los novatos. De hecho, a veces llegan con ideas nuevas, que es justo lo que yo necesito, ya que las convencionales no me funcionan. Y suelen escuchar más. Así que le expliqué mi sorpresa y le pedí que me tomarán la temperatura de nuevo. Tras cinco minutos de preguntas y tomar notas, se levantó para marcharse y le recordé lo de la temperatura. Me respondió que ya me la habían tomado durante el triaje e hizo ademán de girarse para salir; otro que no me había hecho ni caso. Yo le pedí que tuviera la amabilidad de hacer constar en el informe que el paciente había pedido en reiteradas ocasiones que se le tomase la temperatura y no se le había hecho caso.

Hospital de LEGO

Mmm… Mejor me callo.

Dos minutos después, un enfermero me estaba tomando la temperatura. Tate: rozando los 40°. Entonces todo se aceleró: los análisis, los antibióticos y el antitérmico intravenoso y hasta una placa que corroboró que no se trataba de una gripe.

Durante el traslado a Radiología, una celadora me pidió que me cubriera con una colcha. Le respondí que con 40 de fiebre, no me parecía buena idea. Me dijo que era el protocolo. Yo, que ya había discutido antes con ella por un tema similar, no quise parecer el típico enfermo tocapelotas; total, iba a ser un traslado de dos minutos. Pero al llegar allí, había cola, así que dejó mi camilla en el pasillo y se dirigió al interior para anunciar mi llegada. Inmediatamente me di cuenta de que iban a ser bastantes más de dos minutos, así que le pregunté si ya me podía quitar la colcha. Respondió que ya me lo dirían dentro y se dio la vuelta para dirigirse al interior. Eso era como decirme que no podía quitármela, así que enfadado, me la quité.  pero entre la energía del enfado y que yo no tengo fuerza en la pinza –la posición de los dedos que usamos sujetar las cosas– la colcha se me escapó y se cayó al suelo. Cuando apareció la celadora, se puso hecha una furia y me acusó de haberla tirado. Yo le expliqué tranquilamente que era tetrapléjico y se me había caído. Pero ella se rebatió con «qué coño de tetrapléjico, ni qué niño muerto“, “que no la engañaba, que la había tirado“ y que “lo que tenían que aguantar». Yo me quedé de piedra y os confieso que no sé qué respondí. La celadora fue tan miserable como para volver al interior de Radiología y por las voces que daba me enteré de que les daba la colcha «porque el paciente de fuera la había tirado al suelo y no le daba la gana ponérsela». Cuando me recuperé de la impresión, estuve indagando la identidad de la señora a fin de ponerle una queja, pero entre que yo no podía bajarme y preguntar a quien quisiera, que no se registra oficialmente la actividad de los celadores (en fin…) y que los que podían conocerla no querían buscarse problemas (ni yo lo pretendía, ya que luego tendrían que trabajar todos los días con ella), no averigüe nada.

Por último, ya en Observación, me atendió una médico muy amable que me explicó que por mucho que se lo pidiera (que lo hice), con una fiebre cercana a los 40 que se resistía a bajar, no podía darme el alta. Y yo tuve que aceptarlo. Resignado a mi destino, le pedí que solicitara una habitación para discapacitados, truco este que me contó mi amiga y enfermera Laura, ya que los médicos de Urgencias no suelen saber que dichas habitaciones existen. Y efectivamente, no lo sabía, pero la pidió, y al cabo de un rato largo volvió para decirme que desgraciadamente, no había ninguna disponible pero que probablemente me la darían por la mañana, cuando quedase libre alguna. Sin embargo, yo que todavía andaba mosca por el tema de la celadora, estaba pegando la oreja y escuché que la médico protestaba airadamente a una compañera explicándole que el encargado de admisión se había negado a asignarme una habitación para discapacitados porque no le había dado la gana molestarse en hacer los ajustes oportunos. Le parecía indignante. Y a mí también. Pero me lo callé. Esperé a que prepararan mi habitación y un celador muy amable me llevó a ella. Sin embargo, antes de entrar me dijeron que habían encontrado una habitación de discapacitados libre en otra planta. Así que me dejaron en el pasillo durante hora y pico mientras preparaban la nueva habitación. En un momento de iluminación, hice cuentas y advertí que acababa de cambiar el turno. Todo encajaba: el capullo de Admisión se había ido a su casita y el nuevo se había molestado en hacer los trámites para que me asignaran la habitación de discapacitados.

Y todo eso en menos de doce horas.

Afortunadamente, el resto de mis seis días de estancia hospitalaria fueron mucho más agradables y normales: como siempre, se confundieron con mis medicinas (da igual, ya venía preparado), no se enteraron con mis sondajes (también venía preparado), siguieron ignorando mi gripe a pesar de que cada vez había más síntomas, y volví a quemarme la misma pierna con la ducha (esta vez estaba sobre aviso y fue mucho más leve: se curó en tres días). Los primeros días fueron muy duros, la fiebre no quería bajar y entre la gripe y la infección, y tenía el cuerpo hecho polvo. Sin embargo, por primera vez en muchos meses, la zona lumbar dejó de dolerme.

Todo esto – y experiencias anteriores – me ha hecho reflexionar. Pero ya me estoy alargando, así que lo dejo para otro día.

 

Por cierto, como el año pasado, no he llegado a estar una semana fuera y ya me han vuelto a ingresar con otra infección. Llevo poco más de un día y todavía las estoy pasando canutas. De hecho, hoy he montado una gorda, como podéis ver en la foto.

Sangre a borbotones

En el fondo la culpa fue de una enfermera

  Me habría gustado publicar mis cuentas de enero, pero un bug de Google Keep las ha borrado, así que me limitaré a mencionar las conclusiones que saqué con el análisis superficial que hice de las mismas.

* Gasté 110 euros en juegos y recuperé 300 vendiendo otros juegos.

* Apenas tuve gastos personales: unos refrescos, cine y poco más.

* Los grandes gastos los tuve porque soy yo el que de momento sostiene la economía familiar, por un asunto largo de explicar. Esto lleva siendo así desde que llegué de Toledo, pero pronto cambiará.

* Entre los gastos de las comunidades de ambas casas (en la que viviré y la de Las Mercedes), ASPAYM, la fisioterapia mensual, consumos y demás, se me va mucho dinero. Seguramente necesite otra fuente de ingresos para no entrar en números rojos.

* No creo que haya vuelto manirroto ni gastador. Sencillamente necesitaba cosas y como tenía dinero, me las he comprado. Y es posible que se me haya ido un poquito la mano. Lo de los juegos es cosa aparte, pero es mi vicio. Otro día hablaré de ello.  

 

No quiero despedirme de vosotros sin comentar que al final de esta etapa he recibido una noticia estupenda que me ha ilusionado como hace mucho que no me ilusionaba nada. Algunos ya sabréis de qué se trata, pero la mayoría no. Sin embargo embargo, no puedo contarlo porque no me corresponde a mí dar la noticia. Pero la alegría ahí está.   ‌

Música: Bola del Dragón, por Jordi Vila
Juego: Terra, de Friedemann Friese

 

Sección sobre mi estado de salud

Llevo un par de semanas complicadas. Han vuelto los dolores con la intensidad brutal del invierno pasado, y me he asustado bastante. Además, ha coincidido con una serie de problemas con los esfínteres y no me ha quedado más remedio que suspender muchas de mis actividades y quedarme en casa. Esta semana me ha visitado otra supuesta infección de orina, así que otra semana y media de antibióticos. Lo he pasado mal, he llegado a tener casi 40 de fiebre, pero he esquivado el hospital; es posible que me la haya jugado demasiado, pero ha salido bien. Le estoy cogiendo una manía terrible al hospital.

Pero bueno, se ha terminado el año —que además coincide con el aniversario de mi regreso a Valladolid— y lo propio es hacer una valoración de lo sucedido y una planificación de lo que está por venir.

Yo no soy mucho de hacer valoraciones, pero si tuviera que hacerla, primer destacaría que todo lo sucedido el año pasado es provisional. Quizá apunte a lo que va a ser mi vida a partir de ahora, pero mi cuerpo se estaba adaptando a la lesión. Y aunque esta no va a evolucionar a mejor, es posible que las cosas cambien o yo aprenda a afrontarlas. Ni me asusto ni me resigno a todo lo que me ha pasado.

Dicho lo cual, ha quedado claro que tengo una lesión muy alta y que me van a pasar muchas cosas raras, todas ellas malas. Ya se lo adelantó el especialista de Toledo a mi hermano, y yo no le había dado crédito hasta llegar aquí porque me encontraba muy bien. Pero claro, entonces mi lesión estaba reciente y mi cuerpo todavía no había degenerado sufriendo las consecuencias de la lesión o la inactividad. Debo ser consciente de ello y aceptar que voy a perderme muchas cosas que me gustan.

También me ha quedado claro que los médicos no me van a ayudar, ni siquiera los de Toledo. Lo mío es una probabilidad entre muchos millones hecha realidad, y se escapa a sus conocimientos y a su voluntad. Dependo exclusivamente de encontrar un médico que se lo tome como un desafío y decida involucrarse. No abandono la esperanza, pero es poco probable que suceda, así que debo aprender a valerme por mí mismo, y a reconocer mi nuevo cuerpo y mis necesidades.

La típica estampa navideña

Lo que me ha sorprendido más fav

orablemente ha sido la ayuda humana que he recibido. Siempre dicen que muchos amigos desaparecen cuando llegan las duras. A mí no me ha pasado. Más bien al contrario, me han aparecido buenos amigos con los que por desgracia (o por dejadez), había perdido el contacto. Tampoco quiero exagerar, es verdad que de alguno esperaba más, pero en general estoy muy contento con todo lo que me aporta la gente que me rodea. Y también me ha sorprendido lo amables que han sido los desconocidos.

Tampoco he sido una persona de propósitos de año nuevo. Apenas me los propuse en un par de ocasiones, y tardé menos en olvidarlos que en formularlos. Pero este año, como tengo el blog, voy a lanzarme a la piscina. También lo hago porque aunque sé que no hay que obsesionarse con estas cosas, si no lo intentas, es imposible que se produzca el cambio, y creo que ahora mismo mi vida necesita algo de eso.

Voy a hablar de cinco proyectos serios (los menos importantes y las chorradas divertidas las dejo para los tetrarretos de Instagram) cuya consecución no depende de terceros (a diferencia de los que traía de Toledo). Son proyectos que me planteo para YA, o para un futuro a corto plazo.

  • 1) Solucionar mi problema con las compras. Debería ser sencillo, pero no lo estoy consiguiendo, así que lo incluyo en esta lista. Sigo pensando que es fácil y no lo contabilizaré cómo éxito salvo que lo tenga controlado para abril.
  • 2) Hacer una lista de los juegos de mesa que tengo y no he jugado, y reducir su número a la cuarta parte. ¿Que no es importante? Si vierais mi colección de juegos, seguramente cambiaríais de opinión.
  • 3) Volver a trabajar. Odio ser un elemento improductivo de la sociedad, y por muy grave que sea la lesión que he sufrido y lo comprensible que sea mi jubilación, quiero aportar cosas a la humanidad. Es complicado porque estando jubilado no puedo hacer muchas cosas, pero tengo todo el año para investigar. Solo serán unas horas al día, lo que buenamente pueda.
  • 4) Sacarme el carnet de conducir. Quizá os parezca una bobada, pero acumulo un largo historial de fracasos. He estado matriculado en bastantes autoescuelas y, aunque solo lo he intentado en Toledo, el caso es que sigo sin carnet.
  • 5) Necesito procrastinar menos para priorizar las cosas importantes y aprovechar más el tiempo. En gran medida, el éxito en los otros objetivos significará que también me ha ido bien con este.
    Lucha por los juguetes

    Finalizada la paz y armonía navideña, recuperamos la cotidianidad, y con ella, la lucha por los juguetes

Como complemento, que el año es muy largo y hay que ser ambicioso, voy a elegir otros cinco objetivos que no caben en el grupo anterior por diversos motivos:

  • A) Soy una persona extremadamente pragmática y nunca me he preocupado de adornar mi casa. Esta vez voy a hacerlo, aunque me limitaré a colgar algún cuadro, porque no pienso admitir ningún objeto decorativo que me complique la vida, ni al deambular por la casa, ni al limpiar.
  • B) Voy a sacarme algún título de inglés. Con mis más de 15 años de experiencia como traductor, no debería costarme mucho, pero nunca lo he hecho, así que fácil tampoco será. Además, pretendo apuntar alto.
  • C) Voy a vigilar mi peso. Algunos decís que estoy delgado, pero un poquillo de panza sí tengo. Es inevitable, porque no tengo músculos abdominales, pero para mí es fundamental no aumentar de peso, ya que me complica mucho las transferencias y casi cualquier otro movimiento. Recordad que solo muevo los brazos y con ellos tengo casi la mitad de fuerza de lo que debería, según los médicos. Si os fijáis, casi todos los que van en silla de ruedas están gordos, y los tetrapléjicos mucho más. Ahora gasto muchísima menos energía que antes, así que debo adaptar mi alimentación consecuentemente, cosa que todavía no he hecho. Los que me conocéis sabéis que será una tarea difícil, ya que como mucho. No lo incluyo en el primer grupo por la dificultad que entraña valorar su éxito (no puedo pesarme, entre otras cosas).
  • D) Centrar el blog. Debo ser menos errático, redactar artículos más breves y concisos cómo que no toquen tantas temáticas. Una estabilidad médica me ayudaría a conseguirlo, ya que no tendría que escribir sobre mi salud en cada entrada. Es decir pretendo escribir menos y sobre menos temas, pero con mayor frecuencia. También quiero hacer mejoras de imagen y organización, aunque siendo sensato, la mera existencia de este blog a finales de 2019 ya debería ser suficiente logro para mí.
  • Si algo me han enseñado estos últimos años, es que hay que aprovechar la vida. Voy a intentar hacer cosas que me gusten y me hagan feliz. Y si tengo que hacer algo que no me guste, intentaré hacerlo de una forma que me guste, o conseguir lo mismo de otra forma. 

¿Qué os parecen mis proyectos? ¿Qué creéis que puede fallar? ¿Se os ocurre algún desafío más que pueda resultar interesante?

 

 

Música: Highway to Hell, de AC/DC
Juego: Race! Formula 90, de Alessandro Lala

 

 

Gaznador del concurso

Emilio, ganador del concurso, diseña aviones en sus ratos libres

El 11 de agosto proponía un concurso sobre los diferentes remedios que iba a probar para mis dolores. Muchos me habéis preguntado, y por fin, tras una amplia batería de pruebas y largas sesiones de debate, el jurado ha consensuado un resultado. El vencedor absoluto ha sido Emilio, así que la camiseta se ha ido a Dinamarca. La mecánica de la puntuación favorece a los que apostasteis por muchas opciones (buen intento de munchkineo por parte de Javier Rivera y Sergio Rebollo; no esperaba menos de vosotros), así que he dado otro premio a la precisión: Bruno ha conseguido más puntos por voto, así que se ha llevado otra. Mención especial para Álex y Manolo, que se han quedado a las puertas.

Ganadores del concurso

He asignado valores entre -3 y +3 según lo mucho que me ha ayudado cada solución; un valor negativo significa que me ha ayudado poco, no que me haya perjudicado

Como podéis ver en los resultados, lo que más me ha hecho mejorar ha sido el cuidado de las posturas, sobre todo por la noche. En fin, no me voy a enrollar. Si tenéis curiosidad, haced clic en la imagen del Excel para verla en grande y comprobaréis qué eficacia ha tenido cada cosa.

Lo mejor de estas semanas es que después de muchas vicisitudes, por fin ha llegado mi moto. Nada más recibirla la estrené con un largo recorrido de siete kilómetros hasta mi casa y pude ponerla al límite. De hecho, la puse al límite durante casi todo el recorrido. Alcanza los 25 km/h, como me habían prometido y a pesar de las últimas impresiones, bastante negativas, ahora soy bastante más optimista. Veremos cómo me apaño con ella en estos próximos días. De momento, me estoy peleando con los anclajes. Os lo cuento en la próxima entrada.

Hace ya bastante os conté que gracias a un amigo, había conseguido meter la cabeza en un proceso de selección para unas pruebas experimentales con células madre con las que estaban cosechando muchos éxitos en Madrid. Tuve que realizar bastantes trámites por tratarse de otra comunidad autónoma. Me ha llegado la contestación: no realizan pruebas con lesiones como la mía. Es una lástima, pero ya me esperaba el rechazo. Siempre que en las noticias anuncian algún avance o logro en este campo, los protagonistas son jóvenes y parapléjicos. Yo ya soy mayor, mi cuerpo no se recupera igual que cuando tenía veintipocos años, y mi lesión es demasiado grave. Los médicos que realizan experimentos quieren resultados positivos y mi cuadro no es nada optimista a ese respecto. Pero bueno, me quedo con la conciencia tranquila porque he hecho todo lo que ha estado en mi mano.

Otro ganador del concurso

Bruno, el más eficiente del concurso, además es un tipo muy majete

Llevo casi dos meses seguidos tomando antibióticos y no es porque esté teniendo infecciones. En cuanto me pasa algo —y como tengo una lesión medular muy alta me pasan muchas cosas raras—, antibiótico al canto. Ya me explayaré otro día, pero cada día paso más de los médicos; yo mismo me regulo la medicación; y estoy pensando en dejar de perder el tiempo en ir a verlos y seguir sus indicaciones. Físicamente estoy hecho polvo, probablemente como consecuencia de esta sobredosis de antibióticos. Pero por lo demás estoy bien, aguanto los dolores y con la ayuda de Claudia estoy haciendo muchas cosas.

Cosa que me ha venido bien, porque se cumple el año de mi retorno a Valladolid y caducan todos los trámites que hice al llegar: reconocimientos de discapacidad y dependencia, tarjeta de aparcamiento y demás. A ello hay que sumar una administración tocapelotas que intenta denegarme las pocas ayudas por material ortopédico que he solicitado por defectos de forma estúpidos y con plazos de subsanación imposibles, como 10 días para conseguir el informe médico de un especialista y una factura vieja de una ortopedia. Y todo para conseguir una ayuda que no llega a cien euros que pedí hace ya no-sé-cuántos meses. Es evidente que lo hacen para que desista, pero van listos. No saben con quién están tratando.

Me he comprado una impresora 3d. Diréis que sigo sin controlar mis gastos, y aunque puedo argumentar que ya la había comprado el mes pasado, lo cierto es que sí, sigo gastando por encima de mis posibilidades, como veréis en la lista de gastos del mes. El caso es que me he impuesto un reto de lo más banal e improductivo: voy a montar la máquina solo, sin ningún tipo de ayuda. Lo he decidido un poco a lo loco, sin apenas mirar lo que hay que hacer, así que lo mismo tengo que abandonar a las primeras de cambio o quizás me resulte demasiado fácil; esto último no creo, porque casi nada me resulta fácil, pero sea como sea, tenéis permiso para reíros de mí si sale mal. He aprovechado para crear una cuenta de Instagram e ir dando cuenta de este reto y los próximos (ya tengo pensados otros dos) y voy a intentar retomar Twitter.

5.99
Calcetines de compresión
7.914 Guantes para la silla
45.5Pan, periódico
5Lotería mamá
5Lotería tía
13.75Donación BoardGameGeek
70.99Zapatos, jersey pantalones mamá
12.13Bandeja cuádruple con ruedas
2.12
Cables iOS
6Libros de crucigramas para mamá
3Cafetería
52.59
Cobro de Kickstarter antiguo juego de mesa
8Arándanos rojos
15.27Envío juegos intercambio
29.95Cazadora
-185Venta 5 juegos
8Cojín lumbar
20Móvil mensual
56Medicinas mamá
6Bombones mamá
348Supermercado
53.85Fruta
16Cereales, especias, tabaco mamá
24Medicinas
1.435 llaveros-pastillero
45Calcetines térmicos, grips para la silla, pelotas para Nana
8Almohada viscolástica anatómica
116Carne
0.85Fotocopias
15.09Recibo luz
27.457 juegos PlayStation
95Alta luz casa Mercedes
11.6Libro de poesía de Pilar
12.03Dominio orphebus.es
16.53 videojuegos y una expansión Steam
36.71Liquidación hipoteca
155.93Comunidad Antonio Royo Villanova
32.05Sábanas para mamá
5Pela-naranjas + 2 mandos tele
28Comida Nana
1Amazon Music Unlimited
101.1Regalos
482.23Juegos (In the year of the Dragon, Cottage Garden, The Prodigals Club x2, Drum Roll, Kerala, Treasure Hunter, Flick’em Up!, expansión Castillos de Borgoña, Deus: Egypt, Anachrony, Otys, Flamme Rouge, Triassic Terror, Steam Time, Cartagho: Merchants and Guilds, Morgenland, Expansión juego Isle of Skye, mapa para el juego Hansa Teutónica, Borgoña dados, Century: Eastern x2, Mapa Japón y Rusia para Alta Tensión, Carpe Diem, promos para Russian Railroads y First Class, módulos juego First Class, mini-expansiones para el juego Los viajes de Marco Polo, Santa María, Hogar, dulce hogar, Flick’em up Dead of Winter x2)
28Verduras
5Copias llaves
21Material sanitario

Música: Entre dos aguas, de Paco de Lucía
Juego: Between Two Cities, de Ben Rosset & Matthew O’Malley

 

Esta última semana ha sido muy intensa. Me han pasado muchísimas cosas, pero no termino de cerrar los asuntos pendientes. Es increíble lo mucho que se complican, una y otra vez. En fin, voy a procurar ser breve y centrarme en lo importante.

Dos buenos mostachos

A pesar del ajetreo, siempre se encuentra un ratito para apoyar una buena causa

Era evidente que esta del Black Friday iba a ser una semana peligrosa para los manirrotos (sí, ya he asumido mi nueva condición). Ya empezó mal, el lunes me compré una casa y a partir de ahí, la cosa no hizo sino empeorar.

Bromas aparte, lo cierto es que los primeros días logré contenerme con una austeridad digna de un monje. Pero al final la cabra tira al monte y las personas de voluntad débil a su perdición. Podría esgrimir algunas excusas, pero lo cierto es que me he gastado más de lo que debía y de lo que puedo permitirme, según mi nuevo nivel de ingresos (y de gastos sanitarios).

Es un problema que debo controlar con mi voluntad. Debo atajarlo ya, de raíz, no puedo seguir seguir mirando a otro lado, por mucho que vrea merecerlo, lo necesite, o pueda permitírmelo. No puedo seguir confiando en que voy a ser capaz de controlarme cuando me ponga a ello. Diciembre es tradicionalmente un mes de muchos gastos, pero para mí este año no va a serlo. Voy a publicar todos mis gastos, sin excepción. Me servirá como penitencia y, sobre todo, para tomar consciencia de la magnitud de mi problema.

 

Sección sobre las obras de adaptación de mi casaYa soy propietario (más bien co-propietario, con el banco). El proceso de compra del piso fue como la seda y el que será mi nuevo banco durante bastantes años se ha portado muy bien. Acerté al apostar por la confianza. Debido a mis limitaciones, no he podido volver a entrar en mi casa, pero ahora toca planificar y realizar las reformas  y sospecho que va para largo. Intentaré no ponerme nervioso ni preocuparme, porque tengo otros temas más urgentes e importantes.

 

He visto la que será mi nueva moto, pero todavía no me la he podido llevar; necesita más ajustes. La verdad es que no tiene una gran pinta, pero espero que el aspecto sea engañoso. De momento, todo apunta a que me he equivocado al elegirla.

 

Estoy muy contento porque he podido asistir a unas jornadas de juegos de mesa, gracias a mis amigos, que me llevaron. Se trata de Ludolaguna, un evento que ayudé a organizar durante varios años, y ahora he podido disfrutarlo como asistente, aunque solo fuera durante una tarde (larga, eso sí). Lo he pasado genial, pude disfrutar de juegos nuevos y viejos y encima se produjo la extraña circunstancia de que gané a todo lo que jugué. Otro día os hablaré de este tema.

 

Sección sobre mi estado de saludY para terminar, una de cal y una de arena de temas médicos. La semana pasada no os conté —ya era una entrada muy larga— que una amiga enfermera resolvió parte del misterio de la orina desaparecida: me habían cambiado ligeramente el nombre, unido a otros problemas de índole informática. El caso es que encontró dos de los análisis perdidos. El que falta tiene toda la pinta de ser una negligencia médica. Pero lo importante es que gracias a ella, ya sé a dónde van a parar los resultados de mis controles de orina.

Y hablando de negligencias médicas, me la han liado parda con el último análisis de orina en Urgencias. Ya os lo contaré con más detalle, pero el caso es que me han tenido que reiniciar el tratamiento de antibióticos y entre las dos que me han tramado, voy a estar 27 de los últimos 30 días tomando antibióticos, cuando solo tenía que haberlos tomado durante 10. Ya me noto muy débil, y todavía me quedan unos cuantos días. Lo que más rabia me da es que precisamente ahora que las infecciones me están respetando más y podía pasar un tiempo sin antibióticos, llegan los errores médicos y me atiborran con ellos más que nunca.

 

PD: ¿Os acordáis del concurso de la camiseta? ¡Pues ya tengo los resultados! A ver si puedo publicarlos la próxima semana.

 

 

 

 

Llevo dos semanas intentando escribir una entrada sobre uno de mis últimos ingresos hospitalarios, pero como no consigo un texto convincente, me desanimo y lo dejo. Así que finalmente he decidido empezar de cero y hablar de otros temas más divertidos (para mí). Eso sí, la historia del ingreso me la guardo para contarla otro día y de otra forma, porque tiene «telita»…

Igor sonríe

Jefe, visto el nivel que hay, me voy a meter a médico

Sección sobre mi estado de saludSí, he pasado un par de semanas complicadas. Un primer ingreso hospitalario sin diagnóstico y con recuperación «milagrosa» del que ya os hablaré, y la semana siguiente una infección de orina que prometía otro ingreso hospitalario de varios días, pero conseguí que me mantuvieran en observación y al día siguiente me dieran el alta para seguir el tratamiento en casa. Desgraciadamente, las ambulancias estaban demasiado ocupadas con casos más importantes que devolverme a mi casa, y durante la espera empeoré mucho y tuve que quedarme. Gracias a mí, el médico de turno aprendió cómo se anulan las altas médicas. Al día siguiente volví a la carga para que me dieran el alta y pese al mal pronóstico que había forjado el precedente del día anterior, volví a lograrlo, con la promesa de que volvería a Urgencias si empeoraba. Esta vez no quise arriesgarme con las ambulancias, llamé directamente a mi hermano (el del máster en Columbia) y me hizo el favor de ir a buscar mi silla y rescatarme del hospital. Habían sido dos días duros, enfermo e incómodo en Urgencias, pero al menos no me ingresaron: es mejor dos días muy malos que una semana mala. Y en todo caso, he batido mi récord: 62 días sin infecciones. ¡Hurra!

Saliendo del hospital

Puede que nos quiten la vida… ¡¡PERO JAMÁS NOS QUITARÁN LA LIBERTAD!!

Ya en casa pasé dos días complicados; debería haber vuelto a Urgencias, pero sabía que eso supondría el ingreso automático, así que hice de tripas corazón. Justo hoy termino el tratamiento fuera del hospital y he podido disfrutar de unos días plenos, gracias a Claudia, que me ha llevado por todo Valladolid. Cierro el tema médico anunciando que he dejado la droga (el derivado de la marihuana) porque por ahora aguanto los dolores un poco mejor, y he dejado los anestésticos porque la Seguridad Social ha dejado de subvencionar los parches y cuestan un riñón. Vamos a ver cómo me va sin lo que eran dos de mis pilares contra el dolor.

Mi vida sigue adelante. Estamos vendiendo la casa de mi abuela y yo estoy cerrando la compra del piso que os anuncié. Si nada se tuerce, la próxima entrada la publicará el propietario de un bien inmueble. La búsqueda de la hipoteca ha sido toda una aventura. Al final acabé renunciando a un pequeño interés en favor de la confianza. Mi idea era la firma de la hipoteca se produjera poco después de la sentencia del Tribunal Supremo, para que si esta era favorable a los clientes, no me tocara pagar el Impuesto de Actos Jurídicos Documentados y el banco no pudiera repercutirme dicho impuesto con una subida del tipo de interés (como ya han hecho todos) porque ya tenía una oferta de hipoteca en firme. Al final la firma de la hipoteca se retrasó un poco, pero por fortuna también lo hizo la decisión final del Supremo. En fin, que en parte por mi astuta planificación y en parte por pura chiripa me voy a ahorrar el IAJD. Mi primo me ha avisado que los bancos suelen jugársela a los clientes justo durante la firma, delante del notario, así que espero haber acertado al apostar por la confianza… La próxima semana os cuento la conclusión.

Ansia viva

¡Compras a la vista!

¿Recordáis que la semana pasada os hablaba de mi posible adicción a las compras? No fue una de las encuestas más populares, pero el voto estuvo repartido. Algunos apostasteis por mí… Pues hicisteis mal. Ahí sigo, enganchado… No compro tanto como antes, pero ya no tengo excusa. He decidido imponerme un castigo ejemplar (y espero que divertido para vosotros), del que seréis testigos más adelante. Pero sigo teniendo un problema con las compras compulsivas que debo corregir. Y la próxima semana es el Viernes Negro… A perro flaco todo son pulgas. Tengo que comprar unos chismecillos que acabaréis viendo por aquí, pero espero controlarme y no comprar más. También os lo cuento el próximo «finde».

Y también os he hablado varias veces de la moto para la silla. Finalmente me decidí por un modelo concreto y la encargué hace unas tres semanas. Me han dicho que ya ha salido de fábrica hace unos días y la tendré en mis manos el lunes, o el martes a más tardar. Estoy un poquillo asustado, porque en vez de quedarme con el modelo que se compra todo el mundo, he apostado por una marca desconocida. Esta vez la he pedido a la ortopedia de ASPAYM, porque se volcaron conmigo y hasta me trajeron un modelo distinto para probar este verano. Además, como están por todo Castilla y León, pensé que tendrían más experiencia en el tema de las motos para sillas, aunque al final la marca que he elegido no la tiene nadie. Es decir, que me puedo pegar un buen batacazo (en sentido figurado, además de los que me lleve en sentido literal a lomos de la propia moto), porque es un chisme caro.

Si pincháis en el enlace a YouTube podréis leer una pequeña historia del vídeo.

A ver quién es el primero en encontrar el guiño cinematográfico en esta entrada (Igor no cuenta). ¡Es muy fácil!

 

Música: Money, por Liza Minelli y Joel Grey
Juego: Last Will, de Vladimír Suchý

 

Cuando el diablo anda ocioso, con el rabo mata moscas. 

Oniomanía: trastorno psicológico cuyo síntoma es un deseo desenfrenado por comprar sin una necesidad real, frecuente en personas que padecen trastornos del estado de ánimo.

 

Al salir de Toledo, me encontré con mi casa en obras y todas mis cosas metidas en cajas sin etiquetar, inaccesibles. Apenas tenía algunas camisetas, pantalones de chándal y sudaderas, lo único que había necesitado en Toledo. En un principio quise tirar con lo que tenía, iba a ser cosa de un mes o dos, y no merecía la pena gastar tiempo y dinero en cosas que luego podía no necesitar. Eso sí, cuando las vi de saldo, no pude resistirme a comprar unas Converse clásicas que había querido desde niño. De todas formas, ahora tengo que usar zapatillas dos tallas más grandes, así que no me iba a valer ninguna de las que tenía en casa.

Botas horteras

¿Os acordáis de esto?

Pero según iba pasando el tiempo y mi casa seguía en obras, se hizo evidente que iba a necesitar más ropa. Y luego llegó el verano. Más ropa, más ligera. Ya había comprado mi nueva silla de ruedas, el dinero mejor gastado. También tuve que adquirir un somier y un colchón para Viana, y otro colchón para la casa de mi madre. Y la tumbona para hacer ejercicios… Aparte de los trillones de medicinas y material sanitario que necesito para corregir las deficiencias de mi cuerpo. Todo cosas necesarias.

Podía haberlo hecho, pero no me paré ahí. Seguí buscando y comprando cosas que me pudieran venir bien para mi nueva vida. Esta vez he estado yendo bastante a ciegas, porque no sé exactamente qué necesito ni qué me puede ayudar; ensayo y error: algunas cosas han funcionado y otras no.

Tampoco quiero hacerme el santo, que en este blog está prohibido contar mentiras: algunos caprichitos han caído, entre ellos no pocos juegos. Y no, no tenía bastantes; es más, llevaba un año fuera de combate sin comprar casi nada (en este punto debo confesar que desde Toledo compré más de un juego y más de dos, a través de amigos).

 

Cuando el diablo anda ocioso, con el rabo mata moscas.

Oniomanía: trastorno psicológico cuyo síntoma es un deseo desenfrenado por comprar sin una necesidad real, frecuente en personas que padecen trastornos del estado de ánimo.

 

Por otra parte, cuando quedó claro que mi madre no podía seguir manejando dinero, empecé a hacerme cargo de sus compras, que no fueron pocas, porque además de todos los gastos familiares y domésticos, los que la conocéis os habréis dado cuenta de que ahora exhibe una modesta curva de la felicidad, y también le ha tocado renovar buena parte del armario. En un principio intenté mantener presupuestos separados, pero era un jaleo impresionante, debido a mi clásica naturaleza caótica y a mi reciente torpeza manipuladora. Así que tiro con mi dinero y de vez en cuando llevo a mi madre al banco para que saque algunos billetes. Como buena «de la Fuente» que es, se resiste, protesta y patalea cada vez que le toca apoquinar, a pesar de que no paga ni la cuarta parte de lo que gasta. Y lo hace antes, durante y después (y también bastante después) de ir al banco.

Igor sonríe

Jefe, que no se te olvide incluir mi sueldo en tu presupuesto

Eso sí, yo también soy «de la Fuente» y prefiero no gastar 10 cuando puedo gastar 8, así que aunque creo que no soy nada agarrado con el dinero, sí he procurado buscar ofertas, descuentos y buenos precios en todo lo que he adquirido. Al fin y al cabo, ahora no trabajo, así que tengo la obligación moral de hacerlo. Y ya sabéis que eso de adentrarse en el mundo de los descuentos y las ofertas tiene sus riesgos, porque suma «una cosa me llevó a la otra», un «uy, esto qué barato está» y un «mira tú por dónde, esto qué chulo es», y verás dónde acabas…

 

Cuando el diablo anda ocioso, con el rabo mata moscas.

Oniomanía: trastorno psicológico cuyo síntoma es un deseo desenfrenado por comprar sin una necesidad real, frecuente en personas que padecen trastornos del estado de ánimo.

 

Cuando empecé a trabajar como traductor, lo hice a lo bestia. Analizando a posterori, fue una concatenación de factores: la motivación típica de los jóvenes que empiezan a trabajar, la ilusión —mayor aún— por dejar atrás el mundo jurídico, la inseguridad del autónomo principiante, que hoy tiene trabajo pero no sabe lo que puede pasar mañana, y mi coyuntura particular: conseguí varios clientes y no me atrevía a rechazar trabajos de ninguno, no sea que encontraran a un sustituto mejor. Para rematar este cóctel, ya sabéis que no soy una persona de medias tintas. El caso es que durante años trabajé una cantidad indecente de horas, sábados y domingos incluidos.

Tío Gilito lanzándose a una piscina llena de oro

Otro iluso que se cree Tío Gilito por juntar un poco de dinero

Lo bueno que tiene trabajar muchas horas —aparte de ganar bastante dinero— es que te queda poco tiempo para gastarlo. Y además, mis aficiones —con la excepción de los viajes— eran baratas. Todo eso me permitió ahorrar una honesta suma de dinero, que ahora me está viniendo bien para dar de comer a las ortopedias, farmacias y asimilados. Y para toooooodo lo anterior.

Mi hermano (¿recordáis dónde se sacó el máster?) dice que me he convertido en un adicto a las compras. De lo que no cabe duda es que a la casa llegan bastantes más paquetes a mi nombre que al de su empresa, cuando antes sucedía justo al revés. Y mis gastos duplican mis ingresos. ¿Tendrá razón? Yo creo que se equivoca, pero muchas veces el adicto es el último en enterarse.

 

Paquetes

Paketitoz, me han llegado paketitoz

Cuando el diablo anda ocioso, con el rabo mata moscas.

Oniomanía: trastorno psicológico cuyo síntoma es un deseo desenfrenado por comprar sin una necesidad real, frecuente en personas que padecen trastornos del estado de ánimo.

 

Sección sobre las obras de adaptación de mi casaLa última entrega de esta vorágine de compras ha sido la adquisición de un piso, como os adelanté la semana pasada. Se trata de una vivienda con un precio muy atractivo, o un «puto chollo», que diría mi hermano, que ha orquestado esta aventura inmobiliaria. Yo, bien porque él tenía razón, bien porque verdaderamente soy un adicto a las compras, le hice caso. Todavía sigo liado con la caza de hipotecas, aunque ya va bastante encauzada (ya os contaré, porque es otro tema que tiene telita [que cortar], y además todavía existe la posibilidad de que el banco elegido me la juegue; lo estoy viendo venir, lo siento en el aire. En principio, esta adquisición no supone un cambio de planes a corto ni a medio plazo: sería el peor hermano del mundo si no me fuera a vivir a mi viejo piso después de todo lo que ha invertido el mío —tanto física como emocionalmente— en su adaptación. Tampoco debo liarme con las importantes obras de renovación y adaptación que requiere la nueva vivienda hasta que no me quite de encima otros asuntos más perentorios, así que encargaré unas obras de renovación rápidas e intentaré alquilarlo, como me aconsejó el único de vosotros que ha cursado un máster en la prestigiosa universidad de Columbia.

Galadriel

Te la van a meter torcida, lo siento en el aire, lo huelo en la tierra.

En fin, más o menos ya tengo todo lo que necesito hasta que regrese a mi nueva casa y tenga que amueblarla. Justo a partir de ahora debería reducir mi nivel de compras radicalmente, así que pronto comprobaremos si realmente soy un oniómano o no. Por supuesto, he retrasado la redacción de esta entrada para hacerla coincidir con este preciso instante temporal, que es el ideal para preguntaros…

¿Conseguiré ajustar mis gastos a mis ingresos (que pronto incluirán una hipoteca) de forma radical e instantánea o tendré que someterme a un proceso de desintoxicación y admitir que realmente padezco el síndrome del comprador compulsivo? ¿Se revelará que el «mata moscas con el rabo» en realidad era un «a burro muerto, cebada al rabo», o ese burro agonizará lentamente?

 

¿Creéis que soy un adicto a las compras?

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La respuesta no se hará esperar.

 

Música: Sherlock Holmes, de Nins
Juego: Sherlock Holmes: detective asesor, de Raymond Edwards, Suzanne Goldberg y Gary Grady

 

Sección sobre mi estado de saludYa llevo tres semanas en Valladolid. Tres semanas más sin infecciones y tres semanas de actividad febril. Sigo con mucho dolor, pero los medicamentos y aquellas otras soluciones de las que hablamos me ayudan a controlarlo y puedo estar activo buena parte del día. Y me encanta estar activo, aunque sea para realizar trámites, que es lo que me ha ocupado la mayor parte de estas tres semanas. Hasta ahora, el temor al frío otoñal está siendo infundado.

He vuelto a empezar la fisioterapia en ASPAYM. Gracias a la intervención de Manolo, el psicólogo simpático (y bien preparado) de la semana pasada, me asignaron un transporte que venía a buscarme a casa, me cargaban con silla de ruedas y todo, y me entregaban en ASPAYM. Tardé dos días en cancelarlo. Para empezar, entre que recogían a los demás —yo me encontraba al principio de la ruta—, la antelación con la que llegábamos, lo que tenía que esperar tras terminar la fisioterapia y mientras dejaban a los demás en casa, pasaban más de cuatro horas; perdía toda la tarde, cinco tardes por quincena; porque tuvieron que pasarme al horario de tarde, pues solo entonces había una plaza para el transporte. Pero lo peor eran los mareos de proporciones épicas que me pillaba: el transporte era un autobús al que le habían quitado los asientos y anclaban dos sillas de ruedas por fila. Las sillas de ruedas no se movían un pelo, pero mi cuerpo, sin musculatura en el tronco ni apoyos que lo sostuvieran, se mecía a merced de la inercia del tráfico. Total, que perdía más tiempo, era en peor horario, mucho más caro y me sentaba peor que los viajes en autobús. Y encima me estaba perdiendo las aventuras.

Sección sobre mis experiencias en los autobuses

Porque nada más retomar los viajes en autobús urbano comenzaron a pasarme cosas. Esta vez no ha sido nada espectacular, pero son eventos que sazonan la vida. El primer día, al soltar el cinturón de seguridad, este se escapó de mis torpes manos tetrapléjicas y se recogió a toda velocidad; como al lado del extremo hay un agujero en el respaldo, la inercia le hizo pasar por ahí y le pegó un buen latigazo a la mujer que estaba al otro lado, según me contó Claudia. Bien por el diseñador del sistema de seguridad. Dos viajes más tarde, nada más subir al autobús, empezó a sonar la alarma que indicaba que se estaba replegando la rampa. Y siguió sonando… Y siguió sonando… Pero la rampa no se replegaba. El conductor apagó el motor, lo volvió a encender… O más bien lo intentó, porque el autobús ya no respondía. Lo intentó una y otra vez, salió a mirar no-sé-qué, llamó a alguien por teléfono, siguió mirando, volvió a llamar… Noté cómo las miradas de algunos pasajeros convergían en mí. Al cabo de un rato nos comunicó que un autobús de reemplazo estaba en camino. «¿Tendrá rampa?«, pensé yo; iba camino de fisioterapia y no podía perder mucho tiempo. Justo cuando el reemplazo debía de estar a punto de llegar, el motor del autobús se encendió misteriosamente y la rampa se replegó.

Y hablando de misterios. Os decía que sigo sin infecciones. Todavía envío muestras de orina quincenalmente para que las analicen, pero estas desaparecen misteriosamente. Asesorado por un amigo que hice en Toledo, había empezado a pedir los resultados de los análisis, y gracias a eso descubrí las desapariciones. No había resultados. Ninguno. Han desaparecido TODAS las muestras que he enviado. Y lo que es peor, durante mi último ingreso hospitalario —por infección de orina—, no me hicieron ningún análisis de orina. Quizás sea el procedimiento normal, pero a mi me parece harto extraño. Mi último análisis data de hace bastantes meses. Todas mis muestras de orina desaparecen. No sé hasta cuándo se remonta este misterio, pero quizás mis infecciones recurrentes del pasado se deban a esta alergia que la sanidad pública siente ante mi orina. Gabán, gorro, pipa y lupa en mano, me he lanzado a desentrañar este misterio. Os daré buena cuenta de mis averiguaciones.

Investigando

Gabán, gorro, pipa y lupa en mano

Mientras tanto, decidí comprar unas tiras reactivas (aunque me las acabó regalando una amiga) para comprobar personalmente si estoy infectado. Según sus resultados, estoy infectado un 85% de las veces, y la mayoría de ellas mi infección (el valor de leucocitos en orina) se sale de la gráfica. Al principio pensé que las tiras no funcionaban, que estaban caducadas, pero siempre que tomaba un antibiótico los leucocitos desaparecían radicalmente, y poco a poco, día a día, los valores iban aumentando. Ahora ya no sé qué pensar, pero está claro que las tiras funcionan. Mi médico del HNP me advirtió que siempre tendría bacterias en la vejiga, pero unos valores tan extremadamente altos… Todo se aclararía con los resultados de las muestras que mando a analizar, pero estas están siendo sistemáticamente fagocitadas por el sistema de la administración pública. ¿Estaré infectado? Con ese 85%, ya no hablaríamos de «estar infectado», sino de «ser un infectado«.

Recupero el tema de la fisioterapia para anunciaros que he batido el récord de asistencias consecutivas; no era muy difícil, ya que lo había dejado en dos sesiones. Ya van seis. Con todos los cambios de transporte, tengo una nueva fisioterapeuta recién titulada. Como yo soy un tetrapléjico recién salido de fábrica, creo que haremos buena pareja. Mi fisioterapeuta antiguo era el jefe del gimnasio, pero he pedido que me dejen con la nueva al retomar el horario matinal. De momento voy avanzando muy despacito; me gustaría ir más rápido, pero no quiero asustarla (todavía) con mis «particularidades» y quizás me venga bien hacer un poco de caso.

Por cierto, como mi vida no es suficientemente complicada, me he comprado un piso. Pero eso es un tema para otro día.

Música: Help, de Tony Ronald
Juego: Pandemic Legacy: Temporada 1, de Rob Daviau y Matt Leacock

 

Supongo que no conoceréis el PIRI (Programa Individualizado de Recuperación e Integración Social de Personas con Discapacidad Sobrevenida). Ofrecen asesoría de terapia ocupacional y tratamiento psicológico de forma gratuita, y es de lo poco sigue funcionando bien, posiblemente porque es de lo poco que no han tocado los políticos dirigentes. Posiblemente porque los políticos desconocen su existencia, como tú y como yo hace un año. Y también por los trabajadores que lo componen, claro.

Me sorprendió que me asignaran un psicólogo. Yo había aceptado mi nueva situación y sus inconvenientes prácticamente desde el principio y estaba decidido a disfrutar de la vida en mis presentes circunstancias. Sé que muchos lesionados medulares se hunden en las primeras etapas, pero no era mi caso. ¿Por qué malgastar recursos conmigo cuando hay tanta gente necesitada? ¿Por qué la administración me da algo que no necesito y no me facilita nada de lo que necesito?

Ayuda

¿Ayuda?

En cualquier caso, Manolo, el psicólogo, es un tío simpático (y bien preparado, guiño, guiño), así que las reuniones con él son divertidas y me ha ayudado con otras cosas. Una de ellas ha sido el gimnasio de ASPAYM, un tema que dejaré para otro día. Pero durante una conversación casual descubrí que sí tenía un problema que me estaba tratando: mi negativa a aceptar la ayuda de terceros.

Mi empeño en hacer todo yo me ha permitido estar muy bien para la lesión que tengo, y ser capaz de lograrlo sin ayuda es también una gran motivación para seguir adelante. Por otra parte, esta forma de actuar me ha metido en bastantes líos y he sufrido muchos problemas; esta vez no voy a preguntaros en una encuesta, la respuesta parece obvia: lo ideal sería encontrar una solución de compromiso que, conociéndome, seguramente tenderá más hacia el hacer mucho.

Cartel de Los Increíbles

Esta película la vi desde la cuarta fila -8)

No pienso renunciar a mis pequeñas locuras. Por ejemplo, el otro día, en el cine (fui al cine tres días consecutivos), harto de ver la película desde el sitio reservado a discapacitados, ante la primera fila, comiéndome la pantalla —con el consiguiente mareo—, logré subir hasta la cuarta fila y pasarme a una butaca con la ayuda de dos amigos. Los tres acabamos agotados, pero yo disfruté mucho de la película —que además me gustó— y de su compañía.

Creo que acepto las ayudas algo mejor; Claudia me ayuda mucho, hasta el punto de que temo el día en que me vaya a vivir solo y tenga que encargarme de todo. Las acepto mejor, pero no las pido. Me han dicho que es por orgullo, ¿pero de verdad creéis que soy orgulloso? Yo creo que no lo soy, pero las cosas se ven diferente desde fuera, así que ahí va la encuesta de la semana. Recordad que es anónima, yo no sabré lo que ha votado cada uno:

 

¿Creéis que no pido ayuda por orgullo?

Ver resultados

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No pido ayuda porque no me gusta molestar, quizás una herencia de la extrema timidez que acusaba de pequeño. Algunos me decís que no es molestia, y yo os creo, pero… no puedo evitarlo. Soy así. Sé que debo cambiar, pero no es tan fácil. ¿Se os ocurre cómo podría hacerlo? Tengo una prima que me dice «Ten confianza para pedirme ayuda cuando la necesites, que yo la tendré para negarme cuando no pueda dártela«. Lo he pensado mucho y lo suscribo, pero soy incapaz de predicar con el ejemplo.

Un empujoncito

Un empujoncito…

Porque… ¿Cuándo necesito ayuda? Muy pocas veces la necesito realmente, otra cosa es que me venga bien o me facilite la vida. Si empujas mi silla por la mañana, quizás me permitas ahorrar una energía que yo podría utilizar para seguir activo por la tarde… Pero también podría descansar por la tarde.

En cualquier caso, me gusta hacer las cosas. Me siento bien cuando consigo hacerlas. Es posible que sea una reacción inconsciente al haber quedado «minusválido», quizás necesite sentirme «válido».

Y otro motivo es que me gusta ayudar más de lo que me ayudan. Aquí quizás volvamos al tema del orgullo… Me gusta sumar, me gusta pensar que aporto cosas positivas a la vida de todas las personas que conozco, que gracias a mí, son más felices. Pero también debería aceptar que los demás pueden pensar lo mismo y yo se lo niego cerrándome a su ayuda. ¿Es así?

Ayuda

La satisfacción de ayudar a los demás

Ya dejo de desvariar. He resumido mis sentimientos acerca de este tema al que tantas vueltas doy, pero me gustaría que me comentarais qué opináis de todo esto.

 

También quiero hablar de la encuesta de hace tres semanas, acerca de mi terquedad. Es imposible negar que ya esperaba que la opinión preponderante sería condenatoria, pero no me imaginaba que fuera a serlo de una forma tan contundente.

No sé cómo interpretar esta respuesta. Sinceramente, creo que no soy tan cabezota. Escucho las opiniones de los demás y os hago caso en bastantes más ocasiones que los demás a mí cuando sugiero algo. Creo que reconozco mis errores. Quizás os referís solo a mi obcecación con la recuperación y debería tomármelo como un halago. O también es posible que deba esforzarme para rebajar mi nivel de terquedad en todos los aspectos.