Hoy quiero hablaros de un momento de mi vida que podría ser tan importante como el de la propia lesión medular.
Hace poco, tuve una revisión en el Hospital de Parapléjicos de Toledo. Fue algo repentino, casi de un día para otro; se produjo una baja de última hora y me eligieron para suplirla porque tenía activados los protocolos sanitarios de transferencia entre comunidades autónomas. Al principio pensé que la seriedad con la que la doctora asumió mi proceso de revisión se debía a que se interesaba por mis dolores. Pero no era así.
Los resultados de la revisión fueron devastadores: he perdido un riñón y mi osteoporosis ha degenerado tanto que «es fácil que me rompa algo si me caigo de la silla». Y todavía no he visto el informe completo. Esto se une a lo que deduzco de mi experiencia vital: mi sistema digestivo cada vez funciona peor, cada vez puedo comer menos cosas y cada vez son más las comidas que me sientan mal; la circulación sanguínea también empeora: los pies se me hinchan más por falta de retorno sanguíneo. Cada vez me mareo más, siento más dolor y me encuentro peor. Podría seguir con esta lista de síntomas, pero hoy no quiero hablar de eso. Son un conjunto de hechos y de sensaciones. Hay cosas que progresivamente voy dejando de poder hacer: encargarme de la perra que adopté, ir a pasar el día —o simplemente la tarde— a casa de mis amigos, soportar temperaturas cada vez menos extremas…
No hace falta ser médico para unir la línea de puntos: todo en mi cuerpo se está estropeando. Me estoy muriendo. No quiero ser dramático, no digo que vaya a suceder mañana. No parece lo más probable, pero quizás esta degeneración biológica se detenga y acabe viviendo muchos años. Sea como sea, es tema para otro día.
Hoy quiero hablar de lo que encontré cuando regresé a Valladolid: soledad. Muy pocas personas se interesaron por los resultados de mi revisión. En un momento clave de mi vida, me sentí solo y falto de cariño. Me llevé un buen batacazo emocional.
Yo soy el principal culpable de esta situación. Apenas hablo de mi vida y de mis problemas con la gente, soy yo quien ha querido esta vida tan independiente y solitaria. Por eso soy yo quien debe buscar un remedio. Ojo, «principal» culpable no significa «único». Pero no quiero perder tiempo ni energías con cosas que no dependen de mí.
Esta circunstancia ha concurrido en el tiempo con otra noticia terrible: por desencuentros con mi hermano, Claudia ha dejado de encargarse de mi madre.
Además de ocuparse de mi madre durante más de cuatro años —algo que le agradeceré eternamente y que como casi todos sabemos, no es fácil—, ha sacado tiempo para ayudarme de vez en cuando, se ha encargado de mi perra cuando yo dejé de poder hacerlo y se ha convertido en mi mayor apoyo moral. Es la persona que más sabe acerca de mis problemas y limitaciones, y es la única que todos los días me pregunta cómo estoy.
Sé que no va a dejar de ser un pilar para mí, que seguirá estando presente en mi vida y yo en la suya. Pero es inevitable que me apene mucho que deje de ocuparse de mi madre, y las cosas no van a ser como antes. Pero oye, quizás las cosas acaben siendo mejor que antes. O quizás incluso sí vuelvan a ser como antes. Y también me alegra que mi amiga haya sido capaz de dar otro importante paso adelante en su vida, de arriesgarse en busca de la felicidad, para dejar atrás los problemas. Creo que llevaba tiempo queriendo dar este paso y sospecho que estaba aguantando por mí.
Como es un tema del que ni soy la causa, ni he participado más que para intentar encontrar una solución, no voy a decir mucho más.
Inmigrar no es fácil. No quiero caer en los tópicos de «aceptar los trabajos que los nacionales no quieren». No, dejar tu familia, tus amigos, tu vida atrás en pos de una promesa que puede o no cumplirse no es nada fácil. Hay que ser valiente, pero valiente de cojones.
Del mismo modo, tampoco es fácil renunciar a los apoyos que tienes —aunque estos funcionen mal o no funcionen— y apostar por otros nuevos. Y me refiero tanto a apoyos físicos como morales. No es fácil tirarse al vacío. Pero lo voy a hacer. Lo quiero hacer.
No quiero que nadie se sienta obligado por parentesco, amistad o favores previos. Quiero que quien esté conmigo lo haga porque desee compartir su felicidad y que le haga partícipe de la mía. Quiero que quien me ayude a dar un paso en la vida sea porque lo sienta.
Y si alguien no quiere o tiene otras cosas más importantes a las que dedicarse, no hay problema. Quizás cambie de opinión más tarde. Y si no lo hace, tampoco pasa nada; no voy a dedicar tiempo ni energías a enfadarme con nadie.
He estado invirtiendo mucho tiempo y energías en propósitos y personas equivocadas. Por eso mi vida no avanza. Por eso no he tenido tiempo para otros propósitos y personas que realmente merecen la pena. Por eso mi casa está paralizada. Por eso ni siquiera yo me estoy cuidando.
Y aunque esté jubilado y parezca extraño, el tiempo de que dispongo es más escaso ahora que cuando trabajaba. No ando sobrado ni de tiempo ni de energías; más vale que los invierta bien. Esta es la primera de una serie de determinaciones que he tomado que espero supongan un importante cambio en mi vida, para bien.
Nos hemos estado excusando con la pandemia, que es verdad que nos ha aislado, a unos más que otros, y lo peor de todo es que ha durado tanto que nos hemos acostumbrado a esa nueva vida. Voy a hacer lo posible por pasar más tiempo con la gente importante, con los que que se preocupan por mí.
También quiero ser más comunicativo, no callarme las cosas cuando me preguntan. No sé cómo lo haré, porque no me gusta nada dar malas noticias ni «quejarme» de mis historias personales, pero creo que la gente que se preocupa por mí merece saber cómo estoy.
Y algunas cosas más, en las que de momento no voy a entrar para no extenderme demasiado. Sé que hacer todo esto no va a ser fácil. Identificar el problema y plantear una posible solución solo es el primer paso. Un cambio tan profundo cuesta mucho, así que ya os iré contando cómo me va. De momento os avanzo que los primeros resultados son mejores de lo que ni siquiera podía pensar.
Querido amigo: no sé qué te puedo decir… me entristece muchísimo haber sido una de las personas que se preocupa por ti… pero no he sabido ocuparme, como debería haberlo hecho. Y mira que pienso en ti, pero a veces por no importunar, otras por no escribir en el momento y dejarlo para más tarde… siento mucho, de verdad, que te hayas encontrado solo y desilusionado. Lo de Claudia… es emocionante lo que dices de tu relación con ella, esa confianza que siempre habéis tenido, que sabe entenderte y atenderte como nadie., y pienso que siempre estará ahí, porque tú significas muchísimo para ella, y además , ha demostrado que te quiere mucho. Confío en que en esta nueva etapa, de la que nos hablas, puedas contar con tanta gente que te quiere, que te admira y piensa en ti, y que encuentres una ayuda estable, porque creo que te vendría muy bien, pero como amiga, me encantaría que contases conmigo para lo que yo pueda hacer, aunque sólo fuera compañía. Sabes lo mucho que te queremos y pensamos en ti, y espero que cuentes con nosotros. Un abrazo muy fuerte con mi cariño de siempre y ánimo!