En silla de ruedas feliz

Llevo seis meses encadenando una desgracia con otra y mi vida, vista desde fuera —sobre todo desde la perspectiva del blog, ya que la periodicidad me obliga a publicar solo lo más relevante— parece un viacrucis, o un dramón lacrimógeno de los que solían poner en la sobremesa, en lis que la protagonista se iba hundiendo en el fango cada vez más.

Nada más lejos de la realidad: estoy contento con la vida que llevo. Incluso en los días malos logro hacer cosas que me gustan. Tengo multitud de inquietudes, así que nunca me faltan cosas que hacer, sea en la silla o incluso en la cama. Mi ritmo es muy lento, así que todo progresa muy despacio; es algo a lo que no me logro adaptar. Pero todavía conservo la esperanza de que todo mejore y pueda retomar la vida que llevaba —o mejor aún, que esperaba tener— al regresar a Valladolid.

Dicen que de lo perdido saques lo puedas. Y esa es siempre mi actitud. No quiero perder el tiempo lamentando lo que no puedo hacer; prefiero disfrutar de lo que todavía puedo hacer.

En silla de ruedas feliz

Los hay más felices yo. Seguramente su equipo de fútbol haya ganado.

Pero ya sabéis que lo mejor de todo sois los que estáis a mi alrededor. Sentirme querido, que la gente se preocupe por mí de vez en cuando, me hace feliz. Hay algunos amigos que venían a verme y sobre todo a jugar todos estos meses en los que apenas podía salir yo. Saber que hay personas que me quieren y realizan pequeños sacrificios por mí sin que yo se lo pida me produce una sensación fantástica.

Claudia, la persona que me cuida, es muy alegre, y nos reímos mucho juntos. Es fantástico convivir con alguien así en el día a día. También disfruto con la perra y el gato. Los dos son cariñosos y se llevan muy bien; verles jugar juntos transmite alegría. Y yo he encontrado formas de jugar con ellos a pesar de mis discapacidades. Algún día os hablaré de los animalitos.

La propia lesión medular me ha obligado a ralentizar el ritmo de mi vida y eso me ha permitido sentarme a valorar todas las cosas positivas de las que disfruto.

Y aunque no he renunciado a ello, el no tener que trabajar me supone un gran alivio. La contrapartida económica es evidente, pero no me imagino qué sería de mí si tuviera que hacerlo.

 

Estas personas me salvaron la vida hace ya tres años. Como ellas hacen ahora, yo quiero poner buena cara al mal tiempo.

En definitiva, que no me quiero enrollar más: creo que la felicidad depende más de la actitud ante la vida que de los acontecimientos aleatorios —venturas o desventuras— que la vida te lance.

Sección sobre mi estado de saludSigo con mis achaques. La semana pasada los mareos no me dejaban ni sentarme en la silla y los dolores no desaparecen. Son mareos que siento con frecuencia, cuando levanto la cabeza, o cuando me ponen de pie. Esta semana los mareos están siendo sustituidos por una sensación de hormigueo por todo el brazo izquierdo, que culmina con una parálisis parcial en la mano… y más dolor. Cada semana —a veces cada día— es una historia nueva. Empiezo a pensar que nunca voy a estar ni medio bien y que debo acostumbrarme a vivir así. Mi lesión medular es muy grave y supongo que debo dar gracias por seguir vivo.

Igual que debo dar gracias por no haber caído en las garras del virus que ya infecta a tanta gente. Recordaréis que en la última entrada ya adelanté que estaba extremando el cuidado, ya antes de que se anunciarán las medidas oficiales. No voy a daros mucho la brasa con este tema, que bastante tenemos ya, pero sí me gustaría compartir con vosotros una reflexión.

¿Cómo es que el virus está afectando tanto a España, que ni está geográficamente cerca ni mantiene relaciones estrechas de ningún tipo con China? Y en mi opinión la situación es mucho más trágica de lo que nos cuentan. Conozco varios afectados que no han sido sometidos a pruebas, porque no las hay. Seguramente los infectados no se cuenten por decenas de miles, sino por millones.

Pandemic

En este juego combatimos una pandemia en la España del S. XIX; algunos sanitarios hoy en día han tenido que trabajar igual de preparados

La tendencia natural del español es echar la culpa a otro, ¿y qué mejor cabeza de turco que el gobierno? Tampoco es que sea un «turco» propiamente dicho, porque su gestión está siendo nefasta, pero rara vez se llega a una situación tan crítica sin culpa compartida.
A esta gestión nefasta del gobierno debemos añadir la incompetencia de la oposición, que por mucha crítica furibunda que lance, ni en su momento sugirió nada, ni —peor aún— tampoco lo está haciendo ahora, salvo cosas que sabe imposibles. No les interesan los españoles, ni curar la enfermedad, ni minimizar el número de afectados, solo están interesados en sacar rédito político de la situación en estos momentos en los que la unidad es más necesaria que nunca. No se quienes me dan más asco. Bueno, sí que lo sé: las personas «de la calle» que aprovechan estos momentos para hacer política, ya que para ellos ni siquiera es su forma de vida

Y por supuesto, una parte de la culpa la tenemos nosotros, los españoles de a pie, que hacemos lo que nos da la gana y nos lo tomamos todo a cachondeo. A día de hoy, con todo lo que nos ha caído, me sigue escribiendo gente por Wallapop para quedar físicamente para comprar cosas. Pero siempre es más fácil echarle la culpa a otros. Ahora queremos respiradores, nosotros que durante años hemos esquilmado la sanidad pública; queremos que el gobierno compre material médico, pero evitamos pagar impuestos —legal o ilegalmente— a la mínima que podemos; queremos una vacuna, pero nuestra inversión en investigación es casi negativa.

En general, estoy llevando bien el encierro. Estuve más de 15 años de autónomo trabajando casa, y estos tres últimos años me sacado un doctorado en quedarme encerrado en casa/el hospital. Sin embargo, reconozco que la situación me está afectando mentalmente. Ya sabéis que yo no soy un amargado, que me gusta reírme como el que más, que soy optimista y todo eso, pero… Espero volver a escribir pronto y aprovecharé para contároslo.

Intención de voto

La principal preocupación de los políticos… y muchos españoles

 

No quiero despedirme sin enviar un fuerte abrazo a todos los afectados, o a los que tengáis familiares o amigos afectados. Espero que podáis recuperaros, a ser posible pronto, con poco sufrimiento y en casa. Y por supuesto, a los sanitarios y todos aquellos que os veis obligados a salir a trabajar en estas circunstancias. El mundo ha demostrado no estar preparado para algo como estoy, así que debemos pensar que dentro de malo, esta pandemia tiene una tasa de mortalidad bastante baja. Espero que aprendamos y que la próxima no pille a la humanidad fuera de juego.