Música: Flight Of Icarus, de Iron Maiden
Juego: 504, de Friedemann Friese
Hace tiempo que no hablo sobre mí…
En lo relativo a la salud, este año está siendo casi idéntico al anterior. Es una mala noticia, pero no puedo decir que no lo esperara, ya que desde hace tiempo, todo lo relativo a mi salud sale mal. Al acercarse el verano, salgo del ciclo de infecciones y aumentan mis dolores. Y el problema del calor.
El verano pasado sufrí una desagradable sorpresa: no soporto el calor. Ya no sudo, mi cuerpo no regula bien la temperatura, así que funciono como un acumulador de calor: si me da el sol, acaba entrándome fiebre, me mareo mucho y me entran los siete males. Lo malo es que también me pasa con el calor ambiental, y los días de mucho calor me sucede lo mismo sin salir siquiera de la cama. El verano pasado fue poco caluroso; veremos cómo viene este y qué tal lo soporto.
Al no tener coche ni carnet de conducir, el verano estaré aislado en Viana de Cega. No puedo subir al autobús con la silla y el año pasado moví Roma con Santiago para intentar conseguir el servicio Atendo en la estación de tren de Viana, pero no lo logré; este año lo están intentando desde el PIRI, y si no lo consiguen, tampoco tendré tren. No me preocupa, porque en Viana tengo familia y muchos y buenos amigos, está cerca de Valladolid y recibiré alguna visita. Además, tengo muchas cosas pendientes que puedo hacer. La silla eléctrica que usé el verano pasado no estará disponible. A ver qué tal me apaño con la moto.
Como ya sabéis, yo era (soy) traductor especializado en videojuegos. Tuve suerte y me fue muy bien, y en este sector, los veranos son terribles, porque todas las empresas quieren publicar varios juegos en Navidad, que es cuando más se vende. Y todos esos juegos hay que traducirlos en verano, así que las empresas de localización de videojuegos tienen problemas para encontrar traductores fiables. Hace tiempo, decidí quedarme con un único cliente, por diversas circunstancias. Durante estos dos últimos años, se ha portado bien y me ha venido recordando que sigue contando conmigo. Yo ya he dicho que veo imposible volver a trabajar, tardo más en hacer las cosas y no tengo ocho horas diarias disponibles que dedicar a la actividad laboral. Pero sí me gustaría hacer algo. Todavía no tengo mi vida organizada —ni la tendré hasta que recupere mi casa— y no sé de cuántas horas dispondré para trabajar, pero este verano me gustaría echar una mano a mi cliente. Para ello, debería aclarar mi situación legal, porque hoy por hoy, si trabajo me quitan mi pensión para siempre. Y es absurdo, porque la actividad que voy a poder realizar apenas me va a producir dinero. Otro «veremos».
Este mes los antiguos compañeros del colegio han organizado una reunión, 25 años después de nuestra graduación. No sabía si ir. La comida se celebra en el sitio menos accesible que hay en Valladolid y lo que han preparado para después, también; no quiero «validar» locales con tan poca accesibilidad asistiendo. Casi ninguno de los compañeros con los que mejor me llevo va a ir. Sí tengo ganas de ver a todos aquellos con los que perdí el contacto, pero no me apetece nada andar contando la historia de mi lesión una y otra vez. Además, me coincide con el curso de adiestramiento de Sirka al que me he apuntado. El dueño del local ha sido muy amable conmigo prometiendo ayuda e invitándome a asistir gratis. No sé qué hacer.
He aceptado bien otras limitaciones más y menos importantes, pero no estoy llevando muy bien lo de los viajes. Ya comenté aquí, pese a los ánimos que me dabais, que debía resignarme a no viajar. El caso es que cuando me entero de que alguien ha viajado, me entra un pequeño desazón. Nadie me lo ha ofrecido y aunque hubiera recibido una invitación, la habría rechazado. Pero aunque deje de hacerlo, viajar seguirá siendo una de mis pasiones y quiero acostumbrarme a mi nueva situación, porque me gusta mucho que me manden fotos y me cuenten las cosas que han visto; para mí es una forma de viajar sin desplazarme físicamente.
Por último, tengo que hablar de mi casa. Era el pilar de mi recuperación, había de ser la confirmación de mi independencia. Pero todavía sigue en obras. Ya no aspiro a ir antes de la vuelta del verano, pero no quiero esperar más. No soporto seguir viviendo en casa de mi madre; quizás otro día hable de eso. También me ha entrado el miedo. A día de hoy, Claudia me ayuda en muchas cosas, la mayoría de las cuales tendré que hacer yo si quiero ser independiente. ¿Seré capaz? El problema no es hacerlas un día: sé que eso puedo; el problema es hacerlas todos los días del resto de mi vida. ¿Y cuando me haga mayor y pierda facultades? Prefiero no seguir por ese camino, prefiero no pensar en el futuro. Es mejor vivir el presente. Pero tampoco es fácil alejar esas ideas mi cabeza.