Música: Time, de Pink Floyd
Juego: T.I.M.E. Stories, de Peggy Chassenet, Manuel Rozoy

 

El tiempo pasa inexorablemente. Todos tenemos fecha de caducidad y por tanto, nuestro tiempo es un recurso escaso. Podríamos decir que es la única divisa universal, más importante y capaz de valorar más cosas que el dinero. De jóvenes, invertimos nuestro tiempo en formarnos para poder invertir nuestro tiempo de adultos en trabajar, y así disponer de tiempo libre y otros recursos para disfrutar.

Un padre que juega con su hijo le regala lo más valioso que tiene: su tiempo.

¿Pero cuál es el fin último de nuestra existencia? ¿A qué deberíamos dedicar nuestro tiempo? Hay muchas corrientes filosóficas y religiones que —a lo largo de la historia— han respondido a esta pregunta: la supervivencia, la procreación, la prosperidad, la evolución de la especie… La sociedad capitalista en la que vivimos nos invita a la acumulación de riqueza y recursos, a considerar que tenemos una deuda con nuestra patria o con la humanidad. Yo creo que el fin último de nuestra existencia es la felicidad personal y procuro actuar consecuentemente; evidentemente, no siempre lo consigo. Esto puede sonar muy egoísta, pero muchas veces la felicidad personal pasa por la felicidad ajena, porque, por lo menos a mí, ver felices a los demás me hace feliz.

Por supuesto, la felicidad no es el único motivador. A veces también actuamos movidos por el sentido del deber. Y en esto cada uno tiene su propia agenda. Pero no pretendo liarme con filosofía barata.

Como he sido autónomo desde que empecé a trabajar, aprendí hace mucho a valorar todo en función del tiempo que me ocupa. Puede parecer muy agobiante, y de hecho para mí lo fue; estirar el tiempo se convirtió en una obsesión y creo que todo ello contribuyó a formar mi carácter nervioso y propenso a la ansiedad. Gracias a la lesión he aprendido a ser feliz de muchas otras formas y eso ha aportado tranquilidad a mi vida.

Giratiempos

Lo que daría por tener un chisme de estos para prolongar mis días como hacía Hermione Granger

Con todo, no puedo afirmar que he superado aquella etapa. No termino de acostumbrarme a los nuevos tiempos. Un 95% de las cosas me llevan más —o mucho más— tiempo que antes de la lesión y no logro adaptarme. Soy demasiado ambicioso, pretendo seguir haciendo las mismas cosas que antes, pero no lo consigo. Ni siquiera obviando el trabajo. Si os paráis a pensarlo, es una barbaridad: tengo una media de seis horas de vigilia al día más que antes, pero hago menos, mucho menos.

Según las leyes básicas de la economía, cuanto más escaso es un recurso, mayor es su precio. Mi esperanza de vida es menor y mis días dan para menos, así que ahora mi tiempo es mucho más valioso. Debo aprovecharlo mejor. Debo abandonar las cosas que menos me aportan para centrarme en las otras. No se trata de la cantidad, sino de la calidad. Fácil de decir, difícil de hacer. Sobe todo porque sigo con la intención de dedicar un par de horillas al día a trabajar.

Me temo que eso también afecta a este blog. Ya dije hace tiempo que cada vez habría menos cosas que contar y no quiero que se reduzca a informar de mi estado de salud. Así que con la intención de centrarme en lo importante y dotarle de una periodicidad que todo blog agradece, procuraré escribir una entrada el primer domingo de cada mes.Sección sobre mi estado de salud

Ya ha terminado el semestre frío y ha sido decepcionantemente similar al pasado: muchas infecciones y dolores. Empieza el buen tiempo y aunque sigo igual o peor de los dolores, las infecciones me han concedido una tregua. ¿Será por el tiempo o por los buenos consejos que me dio una amiga? Cuando lleguen los calores, veremos si llegan acompañados de las fiebres y los mareos del año pasado. Estoy deseando comprobarlo.

¡¡Feliz día dela madre!!