Música: Remember Tomorrow, de Iron Maiden
Juego: The Mind, de Wolfgang Warsch
«Paren el mundo, que me apeo»
Groucho Marx
Hace un mes que no escribo. Y este marzo se han cumplido dos años de mi lesión medular. Recuerdo que el año pasado celebré el aniversario del evento y amenacé con repetirlo en posteriores ocasiones, pero este año no me he encontrado de humor. No me voy a extender mucho porque odio el drama, pero sí debo dar cuenta de ello, tal como me comprometí a hacer.
Porque no todo son logros y sonrisas.
Llevo una mala racha de salud. A los perennes dolores lumbares hay que sumar una nefasta racha de infecciones. Por «mala racha» me refiero exactamente a cuatro infecciones en los dos últimos meses. Es decir, que me he pasado más tiempo infectado que sano. Durante las últimas dos, ni siquiera consulté al médico ni acudí a urgencias: sabía que de hacerlo acabaría ingresado. Y estoy HARTO de los hospitales y la mala gestión que se ha hecho de mis enfermedades. Me la jugué auto-recetándome un tratamiento con los antibióticos que me habían sobrado de otras infecciones, con la esperanza de que fueran efectivos contra las desconocidas bacterias que intentaban aprovecharse de mi organismo.
Y funcionó. Aunque esquivé el hospital, no me libré de sufrir los efectos de la infección y los antibióticos en casa. Pero lo peor está siendo el descubrir que la «abundancia» de infecciones del año pasado no fue algo excepcional; parece que va ser la tónica habitual de lo que me queda de vida. Mi médico de Toledo ya me advirtió que con una lesión tan alta como la mía, iba a tener problemas de salud de muchos tipos. Entonces me estaba recuperando y me encontraba perfectamente, así que no le di mucho crédito. Estos dos años he comprobado que es verdad.
Lo mismo puedo decir de los intensos dolores que sufro casi en todo momento. Esta última semana se han recrudecido y he tenido que retomar el consumo de marihuana medicinal.
En algo, sin embargo, he tenido suerte. Al salir de visitar a mi padre en el hospital, tuve un accidente con mi moto. Ya entraré en detalles otro día; baste decir que, milagrosamente, no he sufrido secuelas de importancia. Mi moto no fue tan afortunada como yo. Está de vuelta en el taller, y esta vez no va a ser cosa de una semana.
¿Mi padre en el hospital? Pues sí, él tampoco se ha librado de las malditas bacterias. Desde que tuve la lesión medular, verle me resulta cada vez más doloroso. Lo he pensado mucho, pero no sé a qué se debe: ¿a que ahora sé mejor lo que sufre mi padre en su estado? ¿A que odio que me vea en silla de ruedas?
Y a nivel moral, reconozco que ando tocado. Ninguno de mis proyectos termina de cuajar; ni siquiera los que tenía al salir de Toledo. Sigo sin carnet de conducir, sin vivir en mi casa, sin trabajar, el tema de la moto no termina de arrancar, sigo sin asistir a fisioterapia con regularidad… Solo la silla de ruedas me ha salido bien. Y los nuevos proyectos van por el mismo camino: la impresora 3D está montada, pero sin calibrar, este blog no termina de ser como quiero, aquel famoso decálogo, los proyectos para el 2019, etc.
Hace tiempo me propuse guardar unas horas para hacer cosas que me gustan, todos los días. Ha sido un gran acierto. Cuando estoy con gente me olvido de todo y disfruto. Lo demás supongo que se me pasará en cuanto me encuentre un poco mejor. He postergado algunas charlas con amigos. Espero que me perdonéis, cuando estoy así no me gusta hablar con nadie, no me gusta quejarme ni transmitir mi tristeza.
¿Será que me meto en demasiados fregados? Quien mucho abarca, poco aprieta. Siempre he sido una persona activa y es posible que no esté sabiendo adaptarme a las limitaciones que entraña mi discapacidad. No me rindo fácilmente y no pienso renunciar a nada, al menos de momento. Voy a esperar hasta estar instalado en mi casa y que se normalice mi vida.
Voy con los gastos de febrero, que llevo bastante retraso. En verde oscuro están los gastos únicos necesarios que no se repetirán. En verde claro los gastos necesarios o inevitables. Los gastos «comprensibles» están en naranja. Y en rojo los gastos de los que podía haber prescindido. Es bastante dinero, pero más de la mitad son gastos que no deberían repetirse en meses posteriores. Si se mantiene este nivel de gastos innecesarios empezaré a preocuparme.
Además, hay que notar que tengo unos gastos fijos considerables (y este mes, por ejemplo, no compré medicinas), que un volumen no desdeñable de ellos descenderán cuando me «re-independice» (quizás aparezca algún otro) y que los gastos comprensibles (ocio «admisible») son bastante bajos.
A modo de conclusión, cuando mi situación se normalice, si no surge nada más, creo que podré apañarme con mi pensión. Lo confirmaremos en los próximos meses.,