Música: These boots are made for walking, por Nancy Sinatra

Juego: Tabú, de Brian Hersch

 

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Antonio Machado

 

Sección sobre las obras de adaptación de mi casaMuchos me preguntáis por el estado de las obras de adaptación de mi casa. Según el ingeniero responsable, quedan un par de semanas, pero están paralizadas por problemas con una herramienta y el proveedor de los suelos. A mí, después de ver el estado actual, me parece que queda bastante más, pero evidentemente el experto es el ingeniero.

No hay genialidad sin locura

¿Sí o no?

De todas formas, ahora la prioridad es adaptar el chalet de mis padres en Viana —que es viejo y también requiere trabajo—, ya que es allí donde pasaré el verano, pues mi casa de Valladolid se convierte en un horno crematorio durante esta estación. Además, con mi actual estado de salud, irme a vivir solo sería una auténtica locura. Y para tranquilizaros diré que se trata de una locura de tal magnitud que ni siquiera yo me atrevería con ella. O eso creo…

Pero vamos ya con el tema del día: algunos amigos me han confesado su temor a meter la pata al hablar conmigo con alguna expresión del tipo «esto va sobre ruedas», «¡anda ya!» o como decía un amigo: “vamos paso a paso». Si sucede algo de eso (y me doy cuenta), lo más que puede pasar es que nos echemos unas risas juntos, así que perded el miedo.

Felicidad

Solo hay una; ¿quién la quiere?

Debo confesar que antes sí que era un poco «enfadique», pero si algo me está enseñando la ordalía por la que estoy pasando es a buscar el lado bueno de todo y a disfrutar con ello. Pudiendo reír, ¿por qué llorar? Y perded cuidado, no son meras palabras; ya me ha pasado varias veces y todavía no he matado a nadie. Y lo que es más, yo mismo suelo hacer chistes sobre ello. Y lo que todavía es más, hay amigos que se atreven a hacer chistes sobre ello. A propósito.

Yo prefiero que sea así. Por ejemplo, siempre defendí el poder tratar el tema de la raza con naturalidad sin que por ello te tachen de racista, poder hacer chistes sobre blancos y sobre negros (que no sean ofensivos ni de mal gusto); porque para mí, el racista es el que evita referirse a la raza, porque está reconociendo implícitamente que ahí hay algo chungo (¿por qué lo llamas «de color»? ¿Acaso ser negro es malo?). Del mismo modo, quiero que se trate mi discapacidad con naturalidad.

Y con esto no pretendo criticar a los discapacitados (ni a los negros o blancos) que sí se ofenden por estas cosas. No me meto en sus motivos, su posición me parece muy respetable. Solo quería decir que conmigo prefiero que actuéis con total normalidad.

Igor también sonríe

Hasta Igor sabe ser feliz

A mis compañeros de fatigas, que estáis como yo, os aconsejo que tampoco os ofendáis. Uno lo pasa mejor riendo que enfadándose y lo que todos queremos es ser felices.

Y a aquellos lectores que ni me conozcan ni sean discapacitados, os aconsejo que le echéis valor y tratéis estos temas directamente con la persona afectada. Quizás sea una conversación un tanto incómoda, pero creo que os lo agradecerá, os sentiréis mucho más cómodos en su presencia y evitaréis futuras situaciones difíciles.

Por descontado, también quiero que se hable libremente de mi discapacidad. Sé que hay muchas cosas que desconocéis. Que no os dé miedo preguntar o demostrar ignorancia. Antes de padecerla, yo era un total ignorante al respecto (y todavía lo soy en buena medida), así que cómo voy a enfadarme con alguien porque no sepa algo.

Sois muchos los que me habéis dado consejos y creo que he hecho caso de muchos de ellos. El otro día, durante la barbacoa, un amigo me pedía disculpas muy educadamente por darme un consejo sobre un tema delicado. Recordad que soy nuevo en esto y hay muchas cosas que no sé, no solo sobre la lesión, sino también sobre otros asuntos, como fue el caso de mi amigo. Yo agradezco cualquier sugerencia que me podáis ofrecer y os animo a ello, aunque os parezca ridícula o creáis que «algo tan obvio ya debe de saberlo».

Ahora me enfado y no respiro

No me obliguéis a acabar así; sabéis que soy capaz

Y para cerrar, he notado que hay gente que no me habla de sus problemas o su estado de salud, «porque, comparados con los míos, sus problemas son nimios». Muy mal. Si yo os confío mis problemas y vosotros no me contáis los vuestros, ¿dónde queda el «do ut des»? En serio, igual que vosotros queréis saber qué me pasa, yo quiero enterarme de lo que os pasa a vosotros. Luego me sienta mal cuando descubro que no me habéis contado algo.

Termino con una encuesta que me servirá para saber cómo adaptar el blog.

 

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Música: La barbacoa, de Georgie Dann

Juego: Food Chain Magnate, de Jeroen Doumen y Joris Wiersinga

 

Voy a intentar mejorar el blog, pero con calma, que tengo otras cosas más importantes que hacer (como pasarlo bien). Hay algunas secciones que tienden a repetirse, una por recurrente —la relativa a mi estado de salud—, otra por una concatenación cuasidivina de circunstancias debido a la cual, los autobuses y yo mantenemos una relación especial de amor-odio, y otras secciones que estrenaré en el futuro. A partir de ahora (y quizás retroactivamente, si encuentro tiempo), marcaré el inicio de dichas secciones con una miniatura (si estáis leyendo esto en el móvil, quizás no sea tan miniatura; solución: no seáis ratillas y compraos un móvil más grande). Admito sugerencias sobre nuevas secciones o formato.

Sección sobre mi estado de saludSección sobre mi estado de saludTengo otra infección. Ya voy perdiendo la cuenta, pero se cumple el mismo patrón: una semana después de terminar el tratamiento de una infección, caigo presa de otra. En fin, han escuchado mis súplicas y me han dejado pasarla en casa. Pero justo esta vez se han equivocado de antibiótico, así que una semana después, sigo con fiebre, hecho polvo y me toca empezar otro tratamiento de dos semanas con otro antibiótico.

Pero lo peor son los dolores. Se han focalizado en las vértebras lumbares y ahora me permiten dormir y descansar bastante bien de lado, pero en cuanto las apoyo, sea para ponerme boca arriba o para subir a la silla, sufro un dolor intenso que asciende rápidamente, me atenaza el pecho y me dificulta la respiración. Al cabo de un rato se vuelve insoportable y empiezan a doler me las piernas. En conclusión, que apenas puedo dar pequeños paseos con la silla. Puedo adoptar posturas forzadas que a veces me permiten aguantar unas horas quieto, pero luego pago el esfuerzo.

Regalos de cumpleaños

Mis regalos: bolsa para la silla, supercamiseta de acción mutante y videojuego con traducción premium

El domingo pasado tenía una barbacoa con mis amigos en Viana de Cega —a quince kilómetros de aquí— que llevaba tiempo planeando… desde cuando estaba mejor. Dudaba entre ir o no ir, porque no quería ser una molestia para ni siquiera disfrutar; era una locura: viaje en coche y varias horas sentado. Pero mis amigos me convencieron.

El viaje de ida me dejó muy dolorido y fatigado. Afortunadamente, se me pasó tras un par de horas tumbado. Luego aguanté sentado mucho más de lo que esperaba. Eché de menos a algunas personas, pero lo pasé muy bien, y para rematar una tarde excelente me cayeron unos regalos de cumpleaños sorpresa bien chulos.

El viaje de vuelta fue matador. Me tuvieron que subir a casa con la silla y lo pagué durante la noche —apenas dormí por los dolores y el mareo— y el día siguiente. Pero superado todo eso, el recuerdo de la buena tarde que pasé es mucho más vívido que el de los sufrimientos.

Padre e hijo

De tal palo, tal astilla

Algo similar sucedió un par de días más tarde cuando, ya recuperado de la «aventura» anterior, decidí ir a ver a mi padre. Los trayectos fueron mucho más cortos y soportables, pero el esfuerzo me pasó factura igualmente. Sobreviví a la visita gracias a la ayuda que recibí, pero ver a mi padre fue inolvidable. Estaba bastante activo, respondió a algunas interacciones y se emocionó tanto como yo. La conclusión fue la misma, pasé un gran rato a cambio de sufrimiento.

Y llega la pregunta, ¿merece la pena realizar estos esfuerzos que me pasan una gran factura física para disfrutar un rato? Quizás incluso estos excesos perjudiquen mi recuperación. ¿Debería cuidarme más? ¿Es mejor centrarme en recuperarme de mis problemas físicos para disfrutar cuando esté mejor? O quizás nunca llegue a estar mejor. Es la primera encuesta seria que hago y tendré en cuenta las respuestas como si fueran consejos, así que os pido por favor que contestéis… y lo hagáis en serio.

¿Debería...

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Sección sobre mis experiencias en los autobusesLa aventura autobusera de esta semana no es muy divertida. Tuve que acompañar a mi madre a un médico y ya descubrí que el conductor era una de esas personas simpatiquísimas, a las que les cuesta horrores soltarte una palabra. Porque, oye, responder supone un gasto de energías y en estos tiempos que corren, uno no está para semejantes dispendios.

A la vuelta nos tocó el mismo conductor, y pudiendo estacionar a lo largo de un carril reservado de 200 metros y libre de obstáculos, lo hizo justo de forma que la rampa de salida iba a dar directamente a la marquesina de la parada; si bajas con una silla de ruedas, el impulso de la rampa te lleva a darte de bruces contra la estructura. Yo bajé de todas formas, porque me gustan la aventura y el riesgo, pero al llegar abajo se me ocurrió indicarle —con educación, ya me conocéis— que en el futuro, si va a bajar un discapacitado, procurase colocar la rampa en un lugar seguro. El conductor ni siquiera me dejó terminar mi breve exposición, empezó a gritarme que «vosotros los minusválidos…», «no hacéis más que quejaros», que si «no entendéis que»… Yo creo que no había mucho que entender: tenía 200 metros para detener el autobús y lo hizo justo delante de peor obstáculo. Además, yo ni siquiera pretendía reprochárselo, y así se lo intenté hacer saber, pero el energúmeno no paraba de gritar y quejarse, como si el ofendido fuese él.

Marquesina de parada de autobús

Imaginad qué pasaría si el autobús baja la rampa justo delante de la barra metálica…

Así que viendo que no iba a conseguir nada, me despedí con un «váyase a tomar por culo» que le hizo enfurecer todavía más (yo en cambio me quedé bien a gusto; me pregunto si será una manifestación del principio de conservación/transformación de la energía de Newton). Eso sí, al llegar a casa, llamé a la empresa y envié una queja formal por escrito sobre el conductor, indicando la matrícula, número de autobús, horario y parada a fin de identificarlo. Y me quedé más a gusto todavía, oiga.

Música: I Want Out, de Helloween

Juego: Middle-Earth Quest, de Corey Konieczka, Christian T. Petersen y Tim Uren

 

Hoy había pensado escribir sobre la praxis de los médicos —o de algunos médicos— pero mis [escasos] lectores sabrán disculpar que me venda al sensacionalismo del momento y abandone la impecable lógica de la cronología para haceros partícipes de la más rabiosa actualidad.

En la entrada anterior os contaba que me habían llamado para ingresar en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, y casi después de terminar de escribir aquello, ya me encontraba allí. Evidentemente, se trata de una figura retórica: lo cierto es que tardé un poquito más en llegar («poquito» también es una figura retórica). Pero lo peor de todo fue desplazarme hasta allí.

 

Toledo

Mord… ¡Toledo!

 

Mi hermano tuvo el detalle de llevarme en coche: fue un viaje muy duro; mucho sueño acumulado y sobre todo los mareos y dolores que me provocaba el tener que apoyar la zona lumbar en el asiento. Me recordó la última etapa del viaje de Frodo Bolsón a Mordor, cuando avanzaba sumido en la fiebre, en un estado de semi-inconsciencia, auxiliado por su fiel Sam. Salvo que yo no me dirigía a Mordor.

 

Mordor

Tole… ¡Mordor!

 

Toledo en verano es...

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El médico de Toledo era mi gran esperanza. Solo por trabajar en el Hospital de Parapléjicos —ven a más lesionados medulares en un mes que en Valladolid en toda la vida— ya ofrece muchas más garantías, pero además había facilitado mi admisión; quería tratarme, al contrario que los especialistas de Valladolid.

Allí llegué un martes con una maleta cargada de ilusión, y también de ropa, pues no esperaba una curación mágica instantánea. Me hicieron unas pruebas y a las veinticuatro horas de haber aterrizado allí, ya me anunciaban el alta para dentro de otras veinticuatro. El jueves, tras otra prueba, me dieron el diagnóstico y para casa, esta vez en ambulancia. Cuando a uno le hablan de un trayecto en ambulancia, se hace una idea muy diferente a lo que yo viví: tumbado en una camilla dura como la piedra, con una amortiguación inexistente…

Sección sobre mi estado de saludLo cierto es que yo esperaba una estancia más prolongada, hasta que dieran con mi problema, pero se limitaron a hacerme las pruebas reglamentarias de una revisión y he vuelto con los mismos dolores con los que fui. En fin, lo importante es que tenía diagnóstico y tratamiento nuevo, de un médico en el que, como ya expliqué, confío más. Pero es que además su informe es mucho más coherente que los de Valladolid.

Heridas curadas por un tetrapléjico

Heridas curadas por un tetrapléjico; el manchón de Betadine de la parte superior derecha de la imagen es el sello de autenticidad

El problema del tratamiento es que incluye medicamentos no financiados por la seguridad social y eleva mis costes mensuales de material médico por encima de los 250 euros mensuales, pero si consigue aliviar mis dolores, estarán bien invertidos.

¿Y cuál es el diagnóstico? Los dolores se pueden deber a tres factores:

  1. Acumulación intestinal: al estar paralítico de cuello para abajo, los músculos que controlan los movimientos peristálticos funcionan mal, por lo que tengo problemas de tránsito intestinal. Se aliviarán duplicando el medicamento que ya tomaba, con un opiáceo, una dieta mediterránea y unos supositorios laxantes, que en principio acompañaré con los auto-enemas. Los supositorios ya los he probado y sé que son auténticas armas de destrucción masiva. ¿Por qué os cuento todo esto? Porque me supone un cambio importante en mi dinámica intestinal y salir de casa va a ser complicado hasta que mi cuerpo y yo nos habituemos al nuevo régimen.
  2. Infecciones: mi otro gran problema, que puede ser causa del primero. Me ha aconsejado un medicamento que combina dos productos que ya estaba tomando: los arándanos rojos y la D-manosa.
  3. Lesión medular: los dolores también pueden deberse simplemente a la lesión medular. A este respecto no puedo hacer nada salvo rezar para que no sea el caso.

También aproveché el viaje para hablar con el Grupo FENNSI (aplican electromagnetismo al coco de los lesionados medulares para aliviar el dolor neuropático, en fase de pruebas); parecían predispuestos a plantearse mi introducción en el grupo de pruebas, que está cosechando éxitos, pero por indicación del médico tendrá que esperar. Y también hablé con un contacto que me proporcionó un amigo para intentar hacerme un hueco en un grupo de pruebas con células madre; la cosa está difícil, pero hay que probar.

Por supuesto, no dejé de ver y charlar con mi fisio, mi terapeuta y mi psicóloga, así como todo el personal de mi planta. Todos me recordaron lo mucho que había trabajado durante mi estancia allí y me ayudaron a cargarme de ilusión y energía de cara a mi vuelta a casa. Hablé con mi amigo, el celador budista, para ver cómo puedo encarar la meditación budista, que quería probar junto a la sofrología como métodos alternativos para afrontar el dolor.

¿Rendirse? ¿"Pa" qué?

¿Rendirse? ¿A que te pego?

Como veis, fue un viaje breve pero bien aprovechado. Tengo muchos frentes abiertos en la lucha contra el dolor (más los que no están relacionados con Toledo), no quiero depender exclusivamente de los médicos. Pero por ahora voy a tener paciencia con el nuevo tratamiento.

Música: Nothing Else Matters, de Metallica

Juego: La noche que cayó Pompeya, de Klaus-Jürgen Wrede

 

Antes de empezar, quiero pediros un favor: si alguna vez me lleváis en coche y plegáis las ruedas antivuelco, acordaos de desplegarlas al montar la silla. Ya sabéis que soy muy despistado y además las tengo en la nuca, así que no siempre me doy cuenta. Ya me he dado un par de toñacas y aunque mis reflejos de felino me han salvado de sufrir males mayores, creo que es mejor no ponerlos a prueba.

Sección sobre mi estado de saludOs voy a adelantar que en la primera encuesta de la anterior entrada -sobre la batalla entre las bacterias del eje y mis defensas aliadas- fallasteis todos. Fallamos, porque yo estuve sintiendo los efectos de una infección leve durante cuatro días, pero confié en mi organismo, inocente de mí (y de vosotros), y no fui al hospital. Mientras aguantaba seguro de la victoria aliada, las malditas bacterias construían armas de destrucción masiva al amparo de la oscuridad de los recovecos más recónditos de mi cuerpo. Y el viernes dispararon todas esas armas a la vez. Contra mí. Las muy cabronas. Contra mi organismo, que las ha alimentado desde que eran pequeñas…

La batalla de Hoth

La histórica y famosa batalla de Hoth, en la que la Alianza Rebelde también mordió el polvo ante las infames tropas imperiales, y estuvo a punto de caer definitivamente

El resultado fue una bonita sepsis crítica que me provocó una subida repentina de la fiebre; en Urgencias me estabilizaron casi con 41 grados. Según ellos, la tontería había estado a punto de costarme la vida. Estuve doce días hospitalizado antes de seguir el tratamiento antibiótico en casa. Ya estoy bien de la infección, pero los dolores neuropáticos han alcanzado nuevas cotas de insoportabilidad. Al padecer de nuevo la pasividad de los médicos, que escurren el bulto en cuanto me ven, yo también he alcanzado nuevas cotas, pero de cabreo. He conseguido iniciar nuevos procesos para que busquen lo que me pasa. No sé si lo harán o seguirán pasando de mí, pero al menos yo les voy a dar guerra…

Por eso he decidido haceros un resumen de mi situación médica actual, que hoy por hoy, es lo que más me preocupa, de largo. Sin embargo, sería injusto poner a todos los médicos en el mismo saco, así que antes de meterme en harina, quiero salvar de la quema a la mayoría de los internistas y los rehabilitadores que me han tratado, así como a los médicos (y resto del personal médico) que me atendieron en la UCI del Río Hortega cuando sufrí el infarto medular. Me hicieron sentir afecto en un momento de especial necesidad, se portaron fenomenal conmigo. Hace poco fui a visitarlos para darles las gracias por todo aquello y debo reconocer que se me cayó alguna lagrimilla. Un año después, todavía se acordaban de mí con mucho cariño. Me dijeron que había sido un caso muy complicado y me contaron algunas cosillas que ya os diré algún día. Poco a poco voy reconstruyendo los vacíos de aquellos dos primeros meses… Como cuando en este último ingreso, al cabrearme solicité que me hicieran fisioterapia durante mi estancia, y la fisio que me ayudó hace un año se enteró de que había vuelto y vino a verme en un hueco libre; yo había olvidado aquellas horas de fisioterapia en las que apenas podía mover un músculo de mi cuerpo y estaba consumido por la fiebre alta. ¡Aquello sí que fue duro! ¡Lo de ahora está chupado!

La hoguera de los malos médicos

La hoguera de los malos médicos

También he de mencionar a los de Urgencias que me atendieron en este último ingreso. Además de salvarme la vida (que admitámoslo, ya es un buen punto de partida), me trataron fenomenal. Cuando consiguieron bajarme la fiebre lo suficiente como para que pudiera hablar con un mínimo de coherencia, estuvimos charlando un buen rato. Yo creo que me cogieron cariño, y la médico estuvo mirando unas cosas y me habló de un protocolo que seguir para luchar contra las infecciones del que os hablaré unas líneas más abajo.

El resto de los médicos que me han atendido en Valladolid, a la hoguera. La mayoría de ellos han llegado hasta mí a través de interconsultas mientras estaba ingresado y hay miembros de muchos departamentos. Son médicos que pasan de mí, como las urólogas que me vieron después de mi cuarta infección de orina en tres meses, que miraron una simple ecografía, me dijeron que no habían visto nada raro y se largaron tan tranquilas. Yo no soy urólogo, pero creo que algo más podían haber mirado; teniendo en cuenta que los sondajes son el principal foco de infección ¡al menos podían haber comprobado si sabía sondarme bien!

Mujeres disfrazadas arrojando piedras

¿Médicos que pasan de sus pacientes? ¡Al carrer!

Pero bueno, hoy quería resumir mi estado de salud. Varias entradas atrás os dije que mis dos grandes caballos de batalla eran las infecciones y el dolor neuropático. Lo siguen siendo.

INFECCIONES

Desde que llegué a Valladolid, me he pasado casi la mitad del tiempo en el hospital con infecciones de orina y casi la otra mitad en casa, con tratamiento de antibióticos o convaleciente. La verdad es que no me hacen sufrir mucho, son sólo dos o tres días malos, porque los antitérmicos y los antibióticos no tardan en surtir efecto. El mayor problema es que los tratamientos con antibióticos son largos y sus efectos permanecen bastantes días después de tomarlos, así que casi encadeno una infección con la siguiente. Los antibióticos actúan sobre un cuerpo ya debilitado y con una capacidad pulmonar limitada, y me dejan más débil que una abuelita reumática; en cuanto hago un esfuerzo, me asfixio, hiperventilo y los nervios me hacen entrar en una crisis de ansiedad. Y el mayor peligro es que las bacterias se acaban habituando a los antibióticos y, a este ritmo de infecciones, dichos antibióticos no tardarán en dejar de ser eficaces.

Anciano en silla de ruedas

La vida sobre ruedas

La perspectiva ha empeorado recientemente. Tras mucho rogar, me permitieron pasar la penúltima infección en casa con un tratamiento antibiótico oral y una sonda fija. Pues la sonda fija me ha destrozado la vejiga. Antes retenía la orina hasta que estaba a punto de reventar. Ahora retiene mucho menos, enseguida abre el esfínter. La consecuencia es que antes me sondaba cuatro veces al día, y ahora debo sondarme seis. Un 50% más de sondajes se traduce en un 50% más de riesgo de padecer infecciones. Además de los trastornos sociales que ocasiona: he tenido que desenterrar los pañales, cuando salgo de casa corro el riesgo de mearme encima, debo despertarme a media noche para sondarme, si estoy más de cuatro horas seguidas fuera, tengo que sondarme por ahí (hay que llevar todo el equipo, es mucho más difícil sondarse sobre la silla, debo encontrar un lugar discreto y que cumpla los requisitos higiénicos…). Sé que es normal que una vejiga tarde en volver a acostumbrarse al funcionamiento habitual después de haber tenido una sonda fija, pero me he informado y las más de tres semanas que llevo es un tiempo de recuperación muy exagerado.

Por supuesto, no dejo mi salud solo en manos de los médicos, también es mi responsabilidad, y he tomado medidas al respecto:

  • [Los médicos] Me han dicho que es normal padecer más infecciones al principio, hasta que tu cuerpo se acostumbra, pero yo no termino de «comprar» esa idea que me venden. Mis compañeros de Toledo apenas sufren infecciones. ¿Por qué yo sí?
  • He preguntado a compañeros para y tetrapléjicos qué hacen para evitar las infecciones (qué mejor que preguntar a gente que lleva años en mi situación). Me han hablado de arándanos secos, frutos rojos, y una medicina natural llamada «D-manosa». Los médicos y aseguran que no hay pruebas clínicas que demuestren su eficacia (justo lo contrario de lo que veo en Internet, me cuentan los compañeros y leo en los prospectos). Ante la duda, yo tomo los unos y los otros. Por si acaso, oiga.
  • Los sondajes son el principal foco de infecciones. Para los tetrapléjicos es difícil sondarse, porque requiere manipulación fina y no puedes jugar con la higiene. Ya os conté que el hecho de conseguir sondarme fue todo un hito, ya que muchos no son capaces y se ven obligados a recurrir a una sonda permanente. Pues he logrado llegar más allá y después de practicar, he conseguido desarrollar una técnica con la que casi nunca necesito tocar la sonda. Puede parecer una tontería, pero yo estoy muy orgulloso, como los niños que aprenden a nadar: «¡Mamá, mira cómo nado!».
  • Durante mi última estancia en el hospital, aproveché mi estado de debilidad y mareos para pedir a algunas enfermeras que me sondaran y así poder comprobar si hago algo mal y quizás aprender alguna cosilla que otra. ¡Resulta que todas lo hacían peor que yo! Pero bueno, al menos reconozco que he aprendido una cosilla.
  • Por supuesto, he extremado las medidas de higiene y asepsia durante los sondajes. No me extiendo sobre esto, tendréis que fijaros de mí.
  • También estoy mirando otros tipos de sondas que puedan ser más fáciles de usar, pero ahora que me siento tan cómodo con las actuales, no me atrevo a realizar el cambio.
  • He puesto en marcha el protocolo del que me habló la médico de Urgencias. Afortunadamente, mi nueva médico de cabecera es un sol y le ha dado el visto bueno. Cada una o dos semanas, llevaré una muestra de orina a mi Centro de salud para que hagan un cultivo. Quizás no me sirva para evitar las infecciones, pero cuando las sufra será más fácil identificar a la bacteria invasora y adaptar el antibiótico.

DOLORES NEUROPÁTICOS

El grito, de Eduard Munch

¡Me dueleeeeeeeeeeee!

Ya llegué de Toledo con dolores, pero estos han ido incrementando en intensidad paulatinamente, hasta llegar a un punto en el que solo puedo dormir en una posición (¡Peligro! Los cambios posturales son necesarios para evitar la aparición de escaras, nuestro enemigo más temido) y no puedo apoyar la zona lumbar, porque el dolor aumenta hasta el punto de sentir mareos fuertes casi inmediatos, empezar a hiperventilar y sufrir las consabidas crisis de ansiedad. Todo esto limita muchísimo mi actividad en la silla de ruedas: para evitar apoyar la zona lumbar me reclino hacia adelante y apenas puedo propulsarme. Antes había días que recorría tres o cuatro kilómetros; hoy raro es el día que logro pasar de los cien metros. ¿Qué he hecho al respecto?

  • Estoy practicando técnicas respiratorias para evitar la hiperventilación durante las crisis de ansiedad. Me han dicho que puede ser muy peligrosa.
  • Intento reconocer las situaciones de riesgo y procuro evitarlas. Esto supone reducir mucho mi actividad y como soy un culo inquieto que no puede parar de hacer cosas, me cuesta bastante y a veces no lo consigo.
  • Le he pedido a mi médico de cabecera que me recete un tranquilizante que pueda llevar conmigo siempre por si me entra una crisis en un lugar incómodo (básicamente, cualquier lugar fuera de una casa).
  • Durante el último ingreso, pedí que reabrieran consultas con determinados especialistas.
  • Aunque no sea médico, he estado pensando, investigando y haciendo cábalas sobre las posibles causas de estos dolores. Podrían deberse a la cama (o más bien «las camas», porque los patrones de dolor no cambian significativamente en el hospital), podrían ser mis viejos dolores de espalda, agravados por las posturas que me veo obligado a tomar, o incluso podría ser aquel dolor raro que padecí durante seis años, el que creo que me provocó el infarto.
  • El Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo es mi gran esperanza. Allí investigan y tratan a un montón de lesionados medulares al año. He vuelto a llamar al médico que me trató para pedirle que adelante la revisión que tengo programada para dentro de siete meses, o al menos me conceda una cita normal para exponerle mi caso. Me ha prometido que lo hará.

Como habréis notado, desde que salí de Toledo no he hecho más que empeorar. No soy tonto, sé que padezco una condición muy chunga y cómo puedo acabar. Lo sé, pero de momento consigo no pensar en ello.

Minions aplaudiendo

¡¡Hurra!!

Y termino con la gran noticia: me han llamado de Toledo. Mañana martes vuelven a ingresarme para la revisión. El médico ha cumplido su promesa; eso significa que al contrario que los otros, quiere tratarme y curarme, lo cual me hace ser optimista. Deseadme suerte, por favor.

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