5 de octubre: personas alegres

Música: Happy, de Pharrell Williams
Juego: Drum Roll, de Konstantinos Kokkinis y Dimitris Drakopoulos

 

Vittorio Brumottil

Futuro para/tetrapléjico

Quedarte parapléjico es una putada. Ya no es solo el tener que ir en silla de ruedas, ni los desafíos que ahora te supone el hacer muchas cosas que antes eran automáticas, sino los diversos problemas médicos a los que tendrás que enfrentarte a lo largo de tu vida.

Ser tetrapléjico es lo mismo, pero sin manos. Aunque suene a «chiste de Andreu», es la cruda realidad. Por ejemplo, vestirte, cuando tienes las piernas y la mitad del tronco muerto, es complicado. Pero hacerlo sin gran ayuda de los dedos es cuatro veces más difícil. Abrir una simple botella puede convertirse en una tarea titánica. Y así un largo etcétera.

¿A qué viene todo esto? A que enfrentarse a ello puede ser abrumador, especialmente para la gente mayor, que lleva toda la vida «viviendo bien». Al principio, entre las fiebres, el cariño de familiares y amigos y que la gente te dice que seguro que te vas a recuperar, no te enteras. Pero una vez te das cuenta de que te vas a quedar así toda la vida, el choque con la realidad es brutal. Teniendo en cuenta esto, pensaréis que un hospital lleno de para y tetrapléjicos debe de ser lo más parecido a un velatorio. Pero no es así. Es verdad que la mitad son personas que ya se han rendido y hacen lo mínimo. Pero, sorprendentemente, con la otra mitad puedes tener una conversación sin deprimirte. Y algunos de ellos son personas divertidas, con las que puedes echarte unas risas. Y a esas personas son las que yo busco.

Buen rollo en el HNP

Buen rollo en el Hospital Nacional de Parapléjicos; imagen del diario Más Castilla la Mancha

Al poco de llegar, tuve la suerte de coincidir en la habitación con un rumano afincado en Murcia que, además de ser listo como el hambre, es un cachondo mental. Enseguida congeniamos. Nos hicimos amigos de un madrileño de la habitación de enfrente, también bastante descerebrado. Entre los tres, creamos las tertulias post-cena en el pasillo, entre nuestras habitaciones. Al sonido de nuestras carcajadas, acabó saliendo más gente, y a veces hemos estado cerca de alcanzar la decena de tertulianos.

Es difícil explicar el buen rollo que se destila en estos breves momentos; baste decir que para mí fue un factor de motivación importante para llegar a ser «independiente» (si no eres capaz de acostarte solo, vienen los celadores y enseguida te echan al catre). Un par de amigos estuvieron cerca de vivirlo de primera mano cuando, hace unos días, se quedaron hasta después de la cena. Y digo «cerca», porque es difícil darse cuenta de lo que esto supone para las personas envueltas en las circunstancias antes mencionadas.

Perdonad que os haya soltado este rollete, pero contaros algo de cómo vivo me pareció más interesante que el clásico «Mamá, mira, ya sé abrir latas de Coca-Cola». En cambio, si os ha gustado, amenazo con contar más. ¡Un abrazo para todos!

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