Música: Inspecteur Gadget, de Shuki Levy y Haim Saban
Juego: La Villa, de Markus Brand e Inka Brand
Siempre os he hablado de mis problemas de forma general. Creo que entrar en detalles se haría aburrido. Sin embargo, de forma excepcional, esta vez os contaré algunos detalles para que intentéis meteros en mi piel y comprender lo que supone enfrentarse a problemas graves sin tener ni idea si las medidas pueden ayudar o ser contraproducentes. Os hablaré de mis problemas en forma general, pero sólo mencionaré las soluciones que he implementado en Viana. Todas las anteriores las omito, porque se haría infinito
Hace tres semanas, os hablaba de los puntos de inflexión en la vida y me preguntaba si vivir en Viana lo sería para mí. Ya os adelanto que no lo ha sido, pero sí han sucedido cosas importantes.
Para empezar, el periodo de adaptación no solo no ha sido duro, ha sido inexistente. Quedan bastantes barreras, pero la casa es mucho más accesible para mí. Puedo acceder a una buena parte de los espacios y las cosas, y casi a la totalidad de mi habitación, así como al baño que ha adaptado mi hermano (el ingeniero con máster en Columbia); no está terminado y se parece al de los búnkeres de Sarajevo, pero es completamente funcional (como la Estrella de la Muerte II).
También me he adaptado al entorno, que no es nada accesible. No hay muchos sitios a los que ir y con más o menos ayuda, conseguí pisar todos en los primeros días. Pero el pueblo —con sus tiendas y bares— queda fuera de mi autonomía actual; es decir, que sin ayuda no llego.
Aterricé en Viana rebosando ilusión, fui a comer a casa del amigo que me trajo a Viana y su familia, que son como parientes. Descansé una hora y media, tumbado, y nos sentamos a comer. Al cabo de un ratito, empecé a sentirme mal. No quise volver a casa a tumbarme porque acababa de levantarme, así que me quedé intentando aguantar hasta el final de la comida. Me puse tan mal, que su hermano tuvo que llevarme a mi casa a toda prisa. Tengo vagos recuerdos de aquello. Cuando me recuperé un poco, me puse el termómetro y… ¡38,5 ºC! Fiebre… ¿Pero cómo es eso? ¿Otra infección? ¿Nada más llegar a Viana?
Afortunadamente, no hubo infección. Igual que ese, con otros testigos y escenarios, se repitió el mismo patrón en otra media docena de ocasiones hasta que acusé el recibo del mensaje: no podía salir. El proceso siempre era el mismo, aumentaban los dolores neuropáticos en las lumbares, la cabeza se me embotaba, se me comprimía el pecho y lo que creo que eran crisis de ansiedad provocaban la hiperventilación. Y, ya en casa, llegaba la fiebre para cerrar el telón.
No puedo negar que en casi todos estos casos, la culpa fue mía, por forzar cuando ya me sentía mal. Pero el hecho es que apenas aguantaba afuera y eso me preocupaba…
Pronto descubrí el pastel (estoy casi seguro). Resulta que mi cuerpo ya no regula bien la temperatura y ante el calor, reacciona como un acumulador: va atrapando el calor y no lo suelta, yo voy encontrándome mal, me mareo, aparece la fiebre, se me junta con los dolores, llegan la crisis de ansiedad, se me van las fuerzas… Y ya sabéis el resto.
Llevaba tanto tiempo esperando el verano para que el calor me aliviara los dolores… Pero parece que no va a ser así: en invierno, dolores y en verano, confinado en casa para evitar el castigo del sol (y dolores). Ni siquiera he podido hacer mis ejercicios en la tumbona que he comprado.
Lo peor ha sido la ola de calor: esos días tuve fiebre incluso sin salir de la cama.
En fin, otro duro golpe a la línea de flotación de mi moral, pero como las veces anteriores, nada gano lamentándome; había que buscar soluciones. He probado con bastantes cosas.
Empecé con la silla eléctrica, que me trajo una buena amiga en su coche adaptado. Es horrible para interiores, pero para exteriores me ofrece más comodidad, menos esfuerzo y, sobre todo, un respaldo rígido que me permite tener la espalda bien apoyada, sin forzar tanto las lumbares como la silla manual. Sospecho que el respaldo de lona de la silla manual me está haciendo daño.
Para protegerme del sol, me compré una gorra y unas gafas especiales cuyos cristales se van oscureciendo para adaptarse a la cantidad de sol que reciben, aconsejadas por la misma amiga. Y por supuesto, decidí limitar mis salidas de casa a primera hora de la mañana y a última de la noche.
Para los dolores, además de la silla eléctrica y un generoso aumento de las dosis de opiáceos recetado por el rehabilitador, me compré una buena faja que me ayuda a sostener el tronco y a tenerlo recto. No es una prenda ideal para el verano, y me arriesgo a que me haga más mal que bien. Obligado por las circunstancias, he aumentado mucho los periodos de reposo. También —asesorado por dos primos— me he comprado un electroestimulador para reforzar los músculos que sostienen la columna. Por supuesto, estoy vigilando mis posturas, tanto sobre la silla como en la cama; al no tener sensibilidad, no sé si estoy forzando la posición, así que debo tener cuidado.
Y todo esto ha sido porque creo que mis dolores están provocados por problemas de espalda. ¿Por qué si no me duele al apoyar la zona lumbar? Es una zona sin sensibilidad. No me llegan los mensajes de dolor normales, pero si me duele al apoyar esa zona concreta y no otra, es que ahí hay un problema. También noto que los baches de la calzada, o incluso los dibujos de las losetas de la acera, me hacen daño en las lumbares.
La cama que tengo aquí, en Viana, es una birria con patas. He decidido comprar otra articulada con un colchón viscoelástico, que es el que necesito, bastante más duro que el actual. Por lo que he pagado, no espero que sea una maravilla, pero sin duda mejorará lo que hay. Debido a una penosa gestión por mi parte, el colchón aún no ha llegado; pero no tardará.
Además, me he comprado un aparato masajeador, porque mis dolores en el cuello vuelven a alcanzar cotas elevadas, y quizás también me venga bien para reducir los espasmos de las piernas; era bastante barato, pero tenía muchas críticas excelentes.
Todavía es pronto para sacar conclusiones, pero estos tres últimos días, que ha refrescado bastante, he podido volver a hacer cosas. Creo que mis medidas están funcionando, al menos algunas de ellas. O quizás solo haya sido el clima favorable, porque ayer viernes, que ya no hacía tanto fresco, acabé con una buena fiebre por solo cuatro horas de actividad tranquila a la sombra. Sospecho que los dolores pueden haber sido provocados por la total pérdida de la musculatura en la zona lumbar, que sostiene la columna; siempre tuve unos abdominales fuertes y ahora se han quedado en nada por el falta de uso.
También llegué a Viana con el gran problema de las infecciones. El urólogo me ofreció una solución que consiste en tomar único sobre de antibiótico cada diez días. La verdad es que tomar más antibiótico «porque sí», sin infección, no me hacía mucha gracia, pero no estaba para rechazar remedios. Por mi parte, tras consultar con un amigo del HNP, decidí aumentar mucho la ingesta de líquidos diaria. Esta medida ha vuelto loca a mi vejiga, que desde que me pusieron la bolsa permanente no retiene más de medio litro. Ahora tengo que sondarme con mucha más frecuencia y en horarios irregulares. Pero beber mucho también me viene bien para luchar contra el calor.
Parece que uno de los dos remedios está funcionando, o los dos, porque llevo más de veinte días sin infecciones. Y eso es un récord absoluto desde hace meses. O quizás solo sea casualidad.
Y, por último, está el tema de los ejercicios. Al apoyar las dorsales veía las estrellas de varias constelaciones; por eso no hacía fisioterapia en Valladolid. Estoy convencido de que es un pez que se muerde la cola. Al no hacer ejercicio, aumenta el dolor, que a su vez no me deja hacer ejercicio. Así que haciendo de tripas corazón, aprovecho las primeras horas de la mañana, cuando todavía no se ha ido la fresca, para hacer los ejercicios que buenamente puedo, al menos cuatro veces por semana. Espero que no sea contraproducente, porque suelo acabar las sesiones con un gran dolor.
Resumiendo, que a los viejos problemas se han unido unos nuevos, pero he tomado medidas y espero que alguna de ellas tenga éxito.
En la encuesta de hoy, os invito a que hagáis una quiniela sobre las medidas, intentando acertar las que van a funcionar. Como las votaciones de la encuesta son anónimas, para participar en la quiniela-concurso os pido que escribáis vuestras votaciones en un comentario a esta entrada, indicando vuestro nombre y las votaciones del 1 al 15 (preguntad cualquier duda).
Al que más acierte, le regalaré una camiseta chula de su talla y si no se la puedo entregar en mano, se la enviaré a su domicilio, aunque viva fuera de España.
[Inicio de la letra pequeña]Yo decidiré las medidas que han sido efectivas según mis impresiones contrastadas. En caso de no estar seguro sobre alguna de ellas, anularé la pregunta en cuestión. En caso de empate, ganará el que más se haya acercado en la pregunta 15. Si sigue habiendo un empate, ganará aquel que haya fallado aquellas medidas que me perjudiquen menos (si es que me perjudica alguna). Si persiste el empate, todos los empatados serán ganadores y se llevarán el premio. Es posible (pero no prometo nada) que también premie al que más falle, siempre que no sospeche que ha sido intencionado.[Fin de la letra pequeña]
Si varias de estas medidas tienen éxito, ¿quién sabe? Quizás Viana sí acabe siendo un punto de inflexión. El punto de inflexión de mi recuperación.