Música: Die With your Boots On, de Iron Maiden
Juego: Gloom, de Keith Baker
¡Cuánto tiempo!
Pues sí, debo la entrada del mes de agosto y ahora también la de septiembre. No news is good news; «la ausencia de noticias es una buena noticia», que dicen. Pues sabed que mienten como bellacos, al menos en mi caso. Precisamente no escribo porque no me gusta quejarme; la idea de este blog era contar todo lo que hacía y lo bien que me iba a pesar de mi grave lesión medular. Pero parece que desde que salí de Toledo, todos los tuertos de España se han confabulado para mirarme.
Los planes no siempre salen bien
Ciertamente, el mes empezó mal. Una señora mayor me arrolló con el coche en un paso de cebra. Sí, no es ninguna broma. Yo salí del brete con una costilla rota. La silla de ruedas apenas sufrió daños, pero mi moto no fue tan afortunada. Fue un buen varapalo, había tardado meses en ponerla a punto y por fin funcionaba bien. La usaba todos los días, me estaba proporcionando una independencia fantástica: iba al cine, a casa de mis amigos, a jugar, al médico, a tiendas…
El día siguiente falleció mi padre. Llevaba cuatro años como un vegetal y últimamente ni siquiera conseguíamos sacarle la sonrisa ocasional. Solo vivía para sufrir, así que ha sido una liberación; para todos, pero sobre todo para él. Fueron tres días muy intensos —y muy duros, con mi costilla rota—, pero también fue muy reconfortante recibir todo el cariño que mi padre sembró en vida; ¡un primo voló desde la República Dominicana solo para asistir a su funeral! Me quedo con ganas de contaros más sobre mi padre, pero no es el objetivo de este blog. Quizás día otro día.
Los días siguieron pasando entre médicos —seis citas en dos semanas; menos mal que me recomendaron reposo— visitas a tiendas en busca de presupuestos, peleas con el seguro y otras cuestiones médicas. En una de estas citas médicas inútiles (una costilla rota suelda en un mes, ¿qué necesidad hay de revisiones semanales?) olvidé volver a colocar las ruedas antivuelco de la silla después de transportarla en coche y volqué hacia atrás. Me di un buen golpe, e inmediatamente supe que me había hecho algo en el hombro. Sufría unos dolores terribles en la escápula izquierda al hacer fuerza o mover el brazo. En Urgencias no vieron nada: «será el golpe, mucho dolor durante veinticuatro horas y luego empezará a remitir». Yo expresé mis dudas por la intensidad del dolor, pero la médico revisó las radiografías concienzudamente, confirmó el diagnóstico y volví a casa esperanzado. Dolorido, pero muy esperanzado.
No podía estar más equivocado. Tan equivocado como que han pasado cuatro semanas y el dolor sigue ahí, casi como al principio. Apenas puedo mover el brazo. Mi hermano —el traumatólogo— dice que será una fisura o una fractura que no se aprecie bien en la radiografía. «Pero da igual, no te molestes en mirar porque no se puede operar ni hacer nada. Hay que dejar que suelde».
Pues dejaremos que suelde.
Y cuando crees haber tocado fondo…
Si ya es jodido (sí, «jodido») vivir moviendo solo los dos brazos, imaginad cómo puede ser la vida con uno. Pues ojalá la cosa se hubiera quedado ahí. Debido al sobresfuerzo, he sufrido roturas fibrilares… en tres músculos del brazo sano. Las roturas eran leves al principio, pero como el brazo es insensible al dolor, no me di cuenta y seguí usándolo y se fueron agravando. Hasta que insensible o no, la avería fue tan seria que empecé a sentir dolor.
Podéis imaginaros el panorama. Sobre la silla apenas aguantaba un ratito y en la cama continuaba el sufrimiento: solo puedo colocarme girado hacia la izquierda, apoyado sobre el hombro y la costilla lesionada. Dolor, dolor y dolor. Y casi lo peor es que me siento como en los primeros momentos de mi lesión medular: dependo de la ayuda para todo, mis amigos tienen que venir a verme…
También hay que ver el lado positivo. Claudia ha estado muy pendiente de mí y tengo unos amigos estupendos, se han tomado la molestia de venir a verme y entre unos y otros, apenas he estado solo. Este verano me he hartado de jugar. A ver, hartarme, no me harto nunca, pero ya me entendéis, ¿verdad?
Y debo hacer un poco de autocrítica. Puede que la culpa de la primera fractura de costilla sea de la conductora, pero yo pude haberla evitado cruzando la calle con más prudencia. Puede que la culpa indirecta de la fisura de la escápula sea del seguro —por no ponerme un transporte adaptado— y del traumatólogo —por ponerme citas inútiles, seguramente para chupar del seguro—, pero también puede evitarla estando más pendiente de que me colocaran las ruedas antivuelco en su sitio. Y lo demás no habría podido evitarlo, pero las consecuencias habrían sido menos graves si hubiera guardado reposo en lugar de esforzarme para seguir viviendo como antes.
Pero yo soy así. Me ha valido para recuperarme mejor y más rápidamente de la lesión medular, ahora no puedo quejarme si me perjudica. Burro para lo bueno y para lo malo. Y lo que es más, justo el mes pasado comentaba lo afortunado que había sido al haber asumido riesgos sin consecuencias negativas. Bueno, pues ya no puedo decirlo. Pero tampoco debo quejarme, porque ya tocaba.
Mientras me despido de vosotros hasta la próxima entrada —que será pronto— comienzo a notar los síntomas de una infección. Estoy tentado de no hacer nada para disfrutar de unos días de atención hospitalaria sin tener que preocuparme de lo demás, pero creo que me arrepentiría al segundo día de reclusión, así que recurriremos a los métodos caseros de guerra antibacteriana que tanta eficacia han demostrado durante los últimos meses.
Al fin y al cabo, si hemos de morir, que sea con las botas puestas.
Quedó pendiente mi comentario, del pasado mes de julio, que estabas tan animado, y contento con tantos y tan buenos acontecimientos vividos, y lo sentí, porque quería felicitarte, pero este mes, que se han complicado tanto las cosas…tú…sigues adelante, con una fuerza y un buen ánimo, que valoramos y admiramos todos los que te conocemos, y te queremos, porque nos das un ejemplo de vida y de voluntad para superar las dificultades y sufres, sin querer preocuparnos, y agradeces la ayuda y compañía que te dan y tu tanto mereces. Miguel… eres extraordinario! Me siento orgullosa de contar con tu amistad!
Muchas gracias, Aurora. No tiene ni tanto mérito ni tanta importancia. Puedes olvidarte de los problemas menores, pero no hay más remedio que enfrentarse a los mayores si quieres vivir 😀
Hola Miguel, todos tus amigos estábamos pendientes de tus noticias y ya por fin han llegado!!
Siento todos los accidentes que te han pasado pero sé que saldrás reforzado de la prueba, y con mucha más fuerza y prudencia para enfrentarte al nuevo curso!!
Eres nuestro ejemplo y nuestro líder así que estoy segura que tu recuperación va a ir muy bien y siempre con tu maravillosa sonrisa !!
Además estás reforzado por el cariño de tu Nana, Sirka y Michino
Besos
Muchas gracias, Pilar.
Yo no soy ejemplo de nada, pero siempre se puede aprender algo de los demás. Aunque sea aprender lo que NO se debe hacer 😛